jueves, 25 abril, 2024

LA ENCARNACIÓN ESCLARECE EL MISTERIO DEL SER HUMANO

“El misterio del hombre, dice el Vaticano II, sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado”. O sea, la encarnación no es sólo algo que concierne directamente a Jesús de Nazaret, sino a todo ser humano. En Jesús se ilumina una realidad que es propia de todas las personas, a saber, que el ser humano está hecho para Dios, y que sólo al encontrarse con Dios se encuentra de verdad consigo mismo. Hemos sido hechos para Dios, como dice san Agustín y, sólo al encontrarnos con Dios, encontramos nuestro verdadero descanso. Mientras eso no ocurre, vivimos inquietos, perdidos, no sabemos a dónde vamos, buscamos la felicidad en placeres que pasan o, lo que es peor, en placeres que matan.

Lo interesante de este texto del Vaticano II, es que dice: el misterio “del hombre”. De todo hombre. No dice el misterio del hombre en pecado. Hago notar esto porque algunos han pensado que la encarnación está en función del pecado, de modo que, si el hombre no hubiese pecado, Dios no se habría encarnado. Pero la afirmación del Vaticano II nos orienta en otra dirección: el misterio del hombre, del ser humano con pecado y sin pecado, solo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado.

La encarnación es querida por sí misma y no en función de un bien menor o de una ocurrencia a posteriori. Es querida por sí misma porque allí se revela algo que, sin la encarnación, jamás habríamos podido descubrir, a saber, que el humano es capaz de Dios porque Dios es capaz del hombre. Y precisamente en esta capacidad realizada, o sea, en el encuentro con Dios, está la medida de cada persona, su plenitud, su perfección. Cristo, que acoge plenamente a Dios en su vida, es (como también dice el Vaticano II) el “Hombre perfecto”, el hombre logrado, el hombre que Dios buscaba y quería desde siempre, el modelo acabado de aquello a lo que está llamado todo ser humano.

La encarnación sería así el fin siempre pretendido y buscado por Dios para que, en este mundo, los seres humanos pudiéramos conocerle del modo más perfecto posible, y para que también tuviéramos un acabado modelo de humanidad plenamente realizada.

 

 

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