sábado, 27 abril, 2024

LA ADORACIÓN, ESCUELA DEL ASOMBRO Y LO CONCRETO

7.- ESCUELA DEL ASOMBRO

La adoración es escuela del asombro, que es la actitud de quien se maravilla ante la experiencia del estar real de Jesús Resucitado en el Pan Eucarístico; que no estoy ante una idea o un concepto, sino ante la presencia de una persona que me acompaña y a quien le intereso. Y esta experiencia marca para siempre.

Cierto que el ritmo acelerado de nuestra sociedad incapacita para este asombrarse. Necesitamos estar vigilantes y velar, porque se nos mete este hábito de tener todo el tiempo ocupado con mil cosas que hacer. El aire que se respira es que tenemos que ser muy eficaces, viviendo de las urgencias del momento, andar sumergidos en una vida sin pausas, incluso llamamos a esto “servicio y entrega sin medida”.

Pero, cuando esta hiperactividad domina nuestra vida, paraliza la interioridad, y entonces desparece la capacidad de asombro, que nos humaniza y que es tan necesaria para ser felices y sembrar paz a nuestro alrededor.

¿Cómo recuperar esta capacidad de asombro esencial ante el misterio pascual?

Mi experiencia es que: cultivando la dimensión de gratuidad en la vida, recuperamos el asombro. Sin relaciones cultivadas pausadamente, y con gratuidad, no hay posibilidad de este maravillarse ante las cosas grandes y nobles, y nada más grande que el Amor de Dios expresado en la Pascua de Jesús, contenido en este Pan adorable. Y además no hay posibilidad de felicidad.

Y a recuperar esta capacidad de pausa y asombro nos enseña la adoración. En ella no busco ser muy eficaz para alguien, hacer varias cosas a la vez, y salir adelante con todo, sino que al adorar simplemente celebro la presencia de Jesús, le valoro, sin palabras digo que es una persona importante para mí y paro todo lo demás para estar con Él.

8.- ESCUELA DE LO CONCRETO Y LO REAL

Así mismo, la adoración es escuela de lo concreto y lo real.

La adoración, como la celebración de la Eucaristía, está hecha de cosas concretas, todo lo contrario de abstracciones espirituales: pan, incienso, sonido musical, canto, luz, tiempo, silencio…Así, la adoración nos enseña lo concreto de nuestra fe, que no es un puro espiritualismo.

Adorar es saborear a Dios en este momento, aquí y ahora, en estos minutos concretos de oración silenciosa.

Cada elemento concreto es canal de gracia y nos enseña que Dios acontece en nuestra vida concreta. La adoración nos enseña a estar presentes en la vida, en ese aquí y ahora para saborearla. Lo importantes no es lo que vivimos, sino cómo lo vivimos, si estamos atentos a lo que estamos viviendo, y apreciamos la realidad que pisamos, o vamos atolondrados por la vida, de una cosa a otra.

La adoración me lanza a la vida diaria con un corazón orante por dentro, viendo a Dios presente en lo ordinario de mis trabajos.

Por eso, concentrando toda la relación con Jesús- Eucaristía en el único momento de la santa misa, se corre el riesgo de vaciar de su presencia el resto del tiempo y del espacio existenciales. Y así, se percibe menos el sentido de la presencia constante de Jesús en medio de nosotros y con nosotros, una presencia concreta, cercana, entre nuestras casas, como “Corazón palpitante” de la ciudad, del país, de la vida diaria con sus diversas expresiones y actividades. El Sacramento de la caridad de Cristo debe permear toda la vida cotidiana. El encuentro con Jesús en la santa misa, se realiza verdadera y plenamente cuando la comunidad es capaz de reconocer que Él, en el Sacramento, habita su casa, nos espera, nos invita a su mesa, y luego, tras disolverse la asamblea, permanece con nosotros, con su presencia discreta y silenciosa, y nos acompaña con su intercesión.

 

 

 

 

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