IN MEMORIAM. NICOLÁS TELLO INGELMO

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RAZÓN DE AMOR… LLEGAR A DIOS: Nicolás Tello Ingelmo

Se nos ha ido Nicolás. Ha desaparecido, silencioso, sin molestar a nadie, sin señal de alarma. Sólo una nota… pidiéndonos que por él celebrásemos una Eucaristía. Fuimos su comunidad durante muchos años.

Él fue para mí “el de la puerta de al lado”. Esa santidad luminosa y paradójica que uno no sabe cómo interpretar. Nicolás era un apasionado de Dios.

Algún compañero decía -con un cierto humor- que no pasaba de los “preámbulos de la fe”. Y es que él tomaba a Dios muy en serio y, por eso, detectaba perfectamente la falsa religiosidad: la indiferencia práctica, el agnosticismo, el ateísmo de la vida; falsa religiosidad era también para él el “mercadeo de lo divino”.

Para Nicolás Dios era muy grande, inmenso, inaccesible… Y cuando se sumergía en su Misterio, todo su cuerpo se tensionaba hacia dentro, se reconcentraba… buscando al Inaccesible. Sus palabras sonaban a profecía para hoy.

Nicolás Tello fue profesor de historia de la Iglesia y doctor “de hecho”. No “de iure”. Nunca se abrazó definitivamente con ninguno de los temas sucesivos de tesis doctoral que iba eligiendo. Sus alumnos y alumnas pueden testificar cuán largos y actuales eran sus conocimientos, cuán interesantes sus interpretaciones de la historia e incisivas sus aplicaciones al momento presente.

Nicolás Tello fue durante seis años director de la revista “Vida Religiosa” y otros seis años anteriores subdirector. En ella volcó su creatividad, sus conocimientos, su arte. A él debemos encuentros con los más variados pensadores y pensadoras -no solo católicos, sino también de otras confesiones cristianas-, que después se traducían en artículos y entrevistas. Desde esa plataforma la vida consagrada podía ser repensada y reconfigurada en nuevas categorías y formas. Él hizo presente a la revista “Vida Religiosa” en importantes eventos eclesiales: el Sínodo sobre la Vida Consagrada (1994); el primer Sínodo de Mujeres en Gmunden (Austria) en 1996, la Asamblea General de la UCESM en Freising (Alemania) el 1996 en el primer Congreso  Internacional de jóvenes religiosos y religiosas (1997), en el Sínodo especial sobre América (1998).

La revista “Vida Religiosa” fue -durante la última década del siglo XX-  testigo de sus desvelos, de su continuada vigilancia y compromiso. De ella se pueden recabar textos importantes -bellos y de lectura deliciosa- que reflejan como en un espejo, su visión del momento histórico de aquellos años. Presento algunos:

“Dios no es una sed que nos tortura. Él produce en nosotros un anhelo mesurado, porque, al mismo tiempo, es percibido como saciedad pregustada. Y es que en “las cosas de Dios” juega un papel decisivo el corazón”. A Dios se llega con la “razón de amor” y no por la vana especulación de la mente” (VR, 84 (1998), p. 323).

“Deseamos poner nuestros ojos más en un Cristo sanador, reconciliador, hermano y amigo, que en nuestra pequeñez y en la limitación de un mundo demasiado débil como para poder amar por sí solo con el Corazón de Dios” (VR 84 (1998), p. 323

El tema de Dios era su pasión. Así lo reflejó en su libro “…Y la Palabra se hizo grito: Susurros de Dios en el clamor de la historia”. Aquí Nicolás Tello ofrecía tal vez un secreto comentario al “Salmo fugitivo” de  León Felipe, que clamaba:

Sin negar,
sin afirmar,
sin preguntar,
gritad sólo.
El que lo diga más alto es el que gana

No hay Dios,
sí hay Dios,
dónde está Dios…
El que lo diga más alto es el que gana.
Gritad… gritad… ¡Aullad!…
DÓNDE ESTÁ DIOS
(León Felipe, El salmo fugitivo)

Nicolás Tello dedicó el último número monográfico de la revista “Vida Religiosa” al Espíritu Santo (1 noviembre 1998). El primero en el que con pasión colaboró como subdirector fue “Testigos del Dios vivo”.

Su pasión por el Misterio de Dios desembocaba posteriormente en propuestas nuevas para la vida consagrada de este tiempo: fidelidad creativa, refundación, el poder y las formas alternativas de servicio, la posmodernidad, la sociedad fragmentada…

Sobre la misión en la vida religiosa, Nicolás se hacía una pregunta crucial:

“Hay que cuestionarse si la misión ha configurado una parte importantísima de nuestra vida claustral, o si, por el contrario, hemos forzado hasta tal punto las condiciones de la misión, que la hemos hecho sólo correa de trasmisión de nuestra vida pautada” (VR, Rescatar la misión,  82 (1997) 403).

Y tras esta pregunta vino un largo etcétera de cuestionamientos, que se reflejaban en la elección de los autores y autoras de los artículos y entrevistas y en su sección editorial “El pulso de la historia”.

En el primer número monográfico del mes de enero de 1996, dedicado al tema “Llamados a la santidad: beber todos de la misma agua” Nicolás Tello escribía estas palabras, que respondían  a una entrevista previa y polémica con el gran teólogo Urs von Balthasar, que mostró una actitud displicente ante nuestra revista:

“La vida consagrada, penetrada toda ella por los impulsos del Espíritu de Jesús, reconoce doxológicamente al que siendo santo, santifica. Por esta misma razón tendría ella misma que ser un espacio activo para la conciencia de la santidad común” (VR 80 (1996), p.2).

Criticaba el “perfeccionismo” que quizá la vida consagrada se arrogaba. Y en esa clave escribió:

“Uno que pretenda tenerse por perfecto, además de preocuparse egóticamente de sí mismo olvidando su contorno humano, puede llegar a asumir comportamientos profundamente negativos y alienantes. Puede vivir de espaldas al hecho de que el ser humano -todo ser humano- no existe desde sí y por sí, sino desde lo demás -desde un misterio que también incluye a los demás- y para ellos. Se puede hacer al mismo Dios un apéndice de la propia soberbia, de la autosuficiencia que se proclama virtud” (VR 82, (1998, pp. 162-163).

También  -antes que el papa Francisco nos invitara en el año de la vida consagrada  “Despertad al mundo”- publicó su  libro titulado “Teología despierta de la vida consagrada”.

Mucho más podría yo decir de Nicolás Tello. Su misteriosa salida de escena, lo llevó a los Hermanos de la Salle que confiaron en él, acogieron su nuevo proyecto y lo convirtieron en educador de la juventud. Allí se jubiló. Tantos de sus alumnos y alumnas habrán sentido su paso como el que gritaba, y aullaba: ¡DÓNDE ESTÁ DIOS!

Nos ha dejado sin molestar… Se ha ido cuando nadie lo sospechaba. No puedo cerrar esta memoria sin evocara dos textos suyos sobre la vida y la muerte:

La vida es siempre un regalo gratuito de alguien que nos quiere y busca para nosotros el bien máximo de la existencia. Para cuantos creemos, la fe es el don Fontal en el que se nos hace experimentable Dios como vida, Dios como vivificador. Es aquí donde se nos descubre la Persona del Espíritu Santo. Él es el don máximo de Dios. En Él podemos acceder a la misma interioridad del Misterio…. Nos hallamos en la “era del Espíritu Santo”. Nuestros Fundadores y Fundadoras fueron sensibles a su presencia y a sus impulsos (VR 84 (1998), p.403).

Los ojos se cierran un día para siempre; la mirada de aquellos a quienes conocimos y amamos, por el contrario, nos acompaña a perpetuidad. Me es imposible recordar todas las irisaciones de los ojos de mi madre ya muerta. Sin embargo, su mirada está impresa de modo perdurable en los repliegues de mi alma. Jesús, mirándolo… lo amó” (Mc 10,21). No hemos visto aún sus ojos. Estamos seguros de que nos ama porque no ha dejado de mirarnos (VR 81 (1996), p.99.

En  una sencillísima ceremonia, te hemos despedido unos cuantos de los tuyos (familia, misioneros claretianos, la Salle, profesor laico) y hemos reafirmado que nuestro Abbá te acoge, te da la paz y le hemos dado gracias por tu vida. Un sencillísimo ataúd y una cruz humilde… y después … como en un carro de fuego, desapareciste de nuestra vista.