Hacer memoria de Jesús

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La cena-memoria de Jesús:

Un pan que se parte y se reparte para que coma de él quien cree en él, eso fue Jesús, ésa fue la vida de Jesús.

Y porque fue pan que de Dios bajó para todos, porque es el pan que ha bajado del cielo para la vida del mundo, por eso fue luz del mundo, resurrección y vida de los hombres, camino, verdad y vida para los que creen.

Jesús fue pan de los pobres cuando expulsaba demonios, curaba lisiados, ciegos, sordos, mudos; cuando limpiaba leprosos; cuando resucitaba muertos y perdonaba pecados.

Jesús fue pan de los pobres cuando se hizo portador de palabras de Dios para los que andaban como ovejas que no tienen pastor.

Jesús se hizo pan de todos haciéndose siervo de todos, el menor entre los pequeños, el último entre los últimos.

Lo habéis visto en el gesto doméstico, familiar, de lavar los pies a los discípulos, un gesto en el que tal vez podríais descubrir antes la humildad que el amor, pero en realidad, habéis admirado el amor que hace verdadera la humildad y aceptable el gesto.

Éste es el misterio que hoy se te revela: “Jesús se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos”.

Son muchas las cosas que, oído este evangelio, tú puedes recordar, y todas te hablan de amor.

Recuerdas las palabras de Jesús: “Tanto amó Dos al mundo, que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él”; y tú hoy lo contemplas entregado a servir, a lavar, a purificar, a sanar, a salvar.

Recuerdas las palabras de la Sabiduría: “Un silencio lo envolvía todo, y al mediar la noche su carrera, tu Palabra todopoderosa, Señor, vino desde el trono real de los cielos”; y tú ahora la contemplas, no ya naciendo en Belén, sino levantándose de la cena para ponerse a tus pies.

Recuerdas las palabras del apóstol: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”; y tú lo ves ahora despojarse del manto y bajar hasta tus pies para servirte.

Pero tu pensamiento va hoy, de modo muy especial, al misterio pascual de Cristo tu Señor, “al misterio de la Pascua, que es Cristo”, a su vida entregada hasta la muerte, pues en ese misterio ves que Cristo se ha hecho siervo de pobres y oprimidos, de humillados y excluidos, de prostitutas y ladrones, de publicanos y pecadores.

Al recordar el misterio pascual de Cristo, recuerdas que lo has visto hacerse impuro con los leprosos, reconoces en él al que ha venido para ser siervo de todos, lo ves despojado de su rango, de su gloria, de sus vestiduras, levantado en alto y, de ese modo, postrado a los pies de la humanidad entera, para lavar los pies de todos, limpiar el corazón de todos, romper las cadenas de todos, sanar las heridas de todos, amar la pobreza de todos, perdonar los pecados de todos.

Hoy recuerdas y contemplas la verdad del misterio, porque el Mesías Jesús, al dejarte la Eucaristía, te ha dejado la memoria verdadera de su vida, de su entrega, de su Pascua.

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