“El sacerdote tomará de tu mano la cesta con las primicias y la pondrá ante el altar del Señor, tu Dios”. Entonces, ante el Señor tu Dios, harás memoria de sus misericordias, pues misericordia suya contigo son la tierra y el agua y el aire, y regalo suyo los hermanos, y gracia suya la palabra de las Escrituras Santas, y amor suyo sin medida la encarnación de su Unigénito.
Pon en la cesta de las primicias la alabanza por la luz de Dios que te ha iluminado, por el perdón de Dios que te ha abrazado, por la gracia de Dios que te ha enaltecido, por Espíritu de Dios que te ha santificado.
Pon en la cesta de las primicias el agradecimiento por la rectitud de la fe que has recibido, por la certeza de la esperanza que te anima, por el ardor de la caridad que te hace de Dios y de los pobres.
Pon en la cesta de las primicias la bendición por todas las bendiciones que en Cristo se te han concedido.
Que la cesta de tus primicias confiese que el Señor se puso junto a ti, te libró, te protegió, te escuchó, y estuvo contigo en la tribulación.
Pon la cesta de tus primicias ante el altar de Dios, ante los pobres, y que los pobres sean testigos de tu confesión.
No dejes de ofrecer tu cestilla, llena de gratitud para Dios, llena de pan para los pobres.