GESTIONA TU ESPACIO

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Entre los libros y fascículos de la biblioteca de mi comunidad hay tres con títulos parecidos: Si tú le dejas; Todo lo hizo Él y Mira lo que Dios ha hecho conmigo1. Están escritos por mujeres creyentes de diversa procedencia.

Me he puesto a imaginar que me encargaban entrevistarles para VR y que les preguntaba en nombre de los lectores de la revista: “¿Qué consejo daríais a alguien que quisiera prepararse y disponerse para que esa experiencia espiritual llegara a ser la suya?”. Me aventuro a anticipar esta respuesta: “Que gestione bien su espacio”, que está influenciada por algo leído sobre el Rabí Mendel de Kotzk, un judío hasídico polaco del XIX. Un día preguntó a sus visitantes: “¿Dónde habita Dios?”, y ellos le respondieron: “¿Cómo preguntas eso si sabes que el universo está lleno de su gloria?”. Pero el Rabí respondió: “Dios habita donde le dejan entrar”.

O dicho de otra manera: “Dios actúa cuando le dejamos sitio para actuar”, y por eso es tan importante gestionar bien el espacio en el que podemos acogerle. Lo avisa la parábola del sembrador: cuando la semilla cae entre espinas –pasioncillas– que “okupan” nuestro espacio interior, no queda sitio para la Palabra y la cosa termina en “desahucio”. Conclusión: hay que dejarle sitio a Dios sin olvidar lo de que: “quien-no-deja sitio-a-su-prójimo-a-quien-ve-tampoco-se-lo-deja-a-Dios-a-quien-no-ve”.

Nos ponemos manos a la obra: despejar el pasillo para que circulen con holgura fray Eloy, enganchado a “las mañanas de Federico”, y fray Onésimo, fiel oyente de Gabilondo. Ensanchar la mesa del comedor por si sor Filomena, ferviente admiradora de Ayuso, la invita a merendar coincidiendo con que sor Remigia ha traído a Carmena. Hacer hueco a sor Brígida para que nos enseñe las fotos de la boda de su sobrino, evento que nos trae absolutamente sin cuidado. Ofrecer espacio a fray Guillermo, experto en cartografía medieval, para que diserte sobre el tema, ajeno a que ha empezado ese partido trascendental de la liga. Llevar al punto limpio trastos inútiles que estorban las relaciones: conflictos rancios que no acaban de superarse, frases tipo “siempre lo hemos hecho así” o “qué manía tenéis los jóvenes de cambiar las cosas…”. Ampliar los dogmas culinarios y dar opción a sor Encarnación para que eche cebolla a la paella y pepino al gazpacho, cosas que jamás hacía tu abuela. Subir al desván la escucha blindada para hacer sitio a la escucha vulnerable, que acoge no solo lo escuchado, sino también a quien lo dice. Colgar en la pared de cada cuarto un espejo al que preguntarle: “Espejito, espejito: ¿de qué me he hecho dueño o dueña en la comunidad (el coche, las compras, los horarios, el mando de la TV, el armario de las escobas…)? ¿Tendría que dejar más espacio a otros u otras?

Convivir es una magnífica escuela de aprendizaje. Se trata de emprender sin cansarnos la tarea de diseñar juntos espacios en los que se respire anchura, generosidad, elegancia, sentido común y buen humor.

 

1 Madre Maravillas de Jesús, ocd, Catalina Alcover, rscj y María Cuadra.