Fantasía del Borrico de Belén

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Bien pobre mi Dios venía,

Tan pobre mi Dios llegaba,

Que un pesebre lo aguardaba

Y de frío no dormía.

Entonces fue la vez mía,

Pues para darle contento,

Sin dudarlo ni un momento,

Me presenté junto al Niño

Y, con todo mi cariño,

Ne puse a hacer de jumento.

 

Sintió el Niño mi calor,

Sintió que un burro lo amaba,

Un borrico que soplaba

Cada vez con más fervor.

Y fue la vez del Amor:

Porque el Niño me miraba

Y en sus ojuelos guardaba,

Como si fuese un tesoro

Mucho más rico que el oro,

El calor que yo le daba.

 

¡Qué alegría me dejó

Dar lo poco que tenía,

Pues sólo soplar sabía!,

¡Mas quien soplaba era yo!

Así que, afinando en do,

Me puse a dar resoplidos

Hasta que, de estar molidos

De cansancio y de alegría,

El Niño, José y María,

Se me quedaron dormidos.

 

Pasado el tiempo, volvimos

A encontrarnos: ¡Qué alegría

Recordar la noche, el día

Aquel que nos conocimos!

Hoy, de espigas y racimos

Hablabas, y los hambrientos

Se te acercaban a cientos

Buscando ese vino y pan

Que nunca escasos se dan

Si eres tú esos alimentos.

 

Volví a mirarte, Señor,

Y en mí tus ojos fijaste,

Y en los míos encontraste

El aire de un viejo amor.

Recordaste aquel calor

Que en la noche de Belén,

Noche de paz y de bien,

Te había dado un borrico,

Y de amor me hiciste rico,

Y de locuras también.

 

Así que nada de extraño

Si acercándose el momento,

De necesitar jumento,

Nos diésemos cita otro año.

Recuerdo: en el lomo un paño,

Y tú sobre el paño aquel,

Y al trote yo, y en tropel,

La multitud aclamando,

Y yo, feliz, rebuznando,

¡Tu pobre borrico fiel!

 

Cuando volvamos a vernos

En tu cielo, me sabrán

Los recuerdos a tu pan,

A ojuelos dulces y tiernos.

Entonces, ya sin inviernos,

No habrás falta de calor

Ni de transporte, Señor;

Mas tu borrico se apresta

Porque no falte en tu fiesta

Un pobre rebuznador…