Carlos González García
Periodista y escritor
Jesús de Nazaret se identifica con los enfermos de una manera tan especial que Él mismo adquiere sus rostros porque los quiere y los ama. Despacio, con la respiración enardecida por el Cáliz donde habita, anida cada una de sus grietas, las abraza y las infunde de sentido. Es el latido primero y último de aquellos que se han dado por entero a Dios y que ahora, en el lecho de su enfermedad, se dejan cuidar por las manos compasivas de Cristo.
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