Entrar en adviento con Dios

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Adviento es palabra con sabor a esperanza, sabor que esa palabra pierde si la sacamos del diccionario de la fe.

Adviento es palabra con sabor a esperanza de Dios y a esperanza de los pobres.

Dios está siempre en adviento porque ama la vida, porque nos ama, porque quiere que vivamos, porque sueña locuras para sus hijos: Dios sueña, se entrega y nos llama a que nos pongamos con él a la tarea de realizar lo que ha soñado.

En ese mundo, que es de Dios y es nuestro, serán de casa la justicia, la rectitud, la lealtad; ese mundo estará lleno de ciencia del Señor y en él florecerá la paz.

Para hacerlo realidad, hubo un tiempo en que el Señor vino a los suyos como palabra profética, hasta que, en la plenitud de los tiempos, vino al mundo como Palabra encarnada: vino y se entregó; viene y se entrega; viene y espera siempre a que la fe lo acoja, y por la fe la tierra se vuelva casa de paz y justicia, de pan y libertad para excluidos, desamparados y desvalidos.

El Señor vino, viene y vendrá, y su nombre es Cristo Jesús, nombre de Dios en adviento, de Dios en camino, de Dios en busca de ovejas perdidas, de hijos que se le fueron lejos de casa, nombre de Dios pobre, de Dios con nostalgia de bienaventuranza para sus hijos.

En Cristo Jesús, Dios se ha hecho servidor de todos, a todos nos llama, a todos acoge, para que todos conozcamos su misericordia y lo alabemos por ella.

Ahora, Iglesia de pobres con esperanza, Iglesia en adviento, atiende a la palabra del Señor; escucharás imperativos apremiantes: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”.

Que le prepare el camino al Señor tu deseo de recibirlo; que se lo prepare tu pobreza, tu necesidad, tu hambre, te noche, tu infierno.

Que le prepare el camino al Señor tu fe, tu confianza, la certeza del amor que Dios te tiene.

Clama por la justicia que Dios quiere darte. Pídele que a tu vida venga Jesús.

Si entras con Dios en adviento, entra también en adviento el Reino de Dios, pues por Dios y por ti, el Reino está cerca, está naciendo, va en busca de quienes lo esperan, se ofrece a quienes lo necesitan.

Si entras con Dios en adviento, por Dios y por ti, “habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito”; Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, hará posible que, de acuerdo entre nosotros, unánimes, alabemos al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

Si entras con Dios en adviento, por Dios y por ti “florecerá la justicia y la paz abundará eternamente”, y unos a otros nos acogeremos, como Cristo nos acogió para gloria de Dios.

Si entras con Dios en adviento, la libertad se habrá acercado “al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protección”; él salvará por tus manos la vida de los pobres.

Ellos, los pobres, darán testimonio de la verdad de tu adviento, de la cercanía del Reino de Dios, de la realización de los sueños de Dios.

Feliz camino de adviento con tu Dios.