El reino de Dios se parece…

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NÚMERO DE MAYO DE VR

Las órdenes, congregaciones y sociedades de vida apostólica están encarando bien el presente. Conscientes de estructuras de otro tiempo, saben que el actual pide la valentía de examinar presencias, actitudes y obras. Saben, además, que algunos modos del ayer, no son posibles para el hoy porque en el código genético de sus familias está el hacerse posibles para la mujer y el hombre de cada etapa de la historia. Y los receptores actuales no entienden buena parte de nuestros procesos fundamentalmente desde dos perspectivas: como cercanía de la salvación y como posibilidad de realización vocacional. Da la impresión de que necesitamos una parábola más sencilla y clara. Expresiones que no necesiten justificación y acciones que por sí mismas anuncien.
Hay muchos lugares de nuestra tierra hacia los que podemos mirar. Rincones en los que cada consagrado, vinculado a otras vocaciones, está haciendo explícito que el Reino es sencillo y la vocación clara. Hay sitios de nuestro planeta donde la vida consagrada está confundida con el pueblo, allí donde la vida se cuestiona o se genera; allí donde la sinceridad es la denuncia constante del mercadeo de las relaciones. Uno de esos sitios es Tánger. Una Iglesia misionera por definición. Ha hecho su reestructuración en la que se involucran todos: jerarquía, laicos y consagrados, porque la máxima no es “a ver cómo contamos lo geniales que somos cada uno”, sino a ver cómo regalamos lo genial que es Jesús. Tánger es una parábola pequeña, de las del Nazareno. Un centenar de cristianos celebran la fe en un contexto de más de un millón y medio de musulmanes. No hay que convertir, sólo testimoniar. El distintivo carismático de esa comunidad cristiana es la caridad. Centenares de niños con deficiencias, niñas en situación de exclusión o abuso… han encontrado, apenas sin saber que lo son, el aliento en quienes son cristianos. Madres jovencísimas que por ser solteras están “condenadas a la muerte” han vuelto a vivir porque una palabra amiga, una caricia de hermana o un techo de protección salió a su encuentro. Es un techo cristiano, pero tampoco aparece un titular luminoso que lo reclame. La Iglesia que peregrina en Tánger no tiene complejos por ser pequeña. Allí conviven un grupo de laicos que han descubierto el valor de la vida sirviendo sin preguntar; un grupo de mujeres religiosas de una decena de congregaciones, dos órdenes masculinas, tres institutos seculares y un monasterio contemplativo de Carmelitas… Allí sueñan, siendo la comunidad de vida; allí disfrutan bebiendo del agua pura de la Palabra, siempre fecunda, de un pastor que ha hecho de su existencia un matrimonio sincero e indisoluble con la realidad… allí trabajan, codo a codo, con una sociedad a la que no pretenden cambiar, sino amar. Allí oran regalando los mejores años de sus vidas y recibiendo razones para entregarse más, amar más y acostarse, cada noche, con el corazón lleno de miradas y nombres.
Es como todas las comunidades cristianas, madura de edad. No les preocupa. Sirven a muchos niños y jóvenes que son su juventud. Esta parábola es clara en lo que significa la misión compartida… Pero esta gente, esta buena gente, no encuentra mucho recambio en sus congregaciones. ¿Por qué? ¿Será porque todavía nuestros ojos están ciegos para ver y nuestro entendimiento corto para entender? La vida consagrada no tiene que sacar adelante lo que tiene, que es mucho, tiene que girar hacia el centro, hacia el pobre, hacia la exclusión… hacia la vida.
Lo mismo estamos muy ocupados en pasar a la historia y lo urgente es que la historia pase por nosotros. En una comunidad intercongregacional de Tánger pregunté a una niña embarazada qué significan en su vida las religiosas. No me dijo nada de carisma, ni fecha de fundación… sencillamente me respondió: “lo bueno”.

ÍNDICE
Hasta la cocina
, Daniel Izuzquiza
Reorganización para la Evangelización. Síntesis – mensaje de la semana 41, Bonifacio Fernández
Pascua: tiempo de María, Carlos M. Oliveras
Discernir los signos del tiempo, Jesús Espeja
ADN de profetas, Marta García
Retiro: María, icono luminoso de la belleza de Dios, Fernando Negro
Hacia la misión compartida, Esperanza Aguado
Todavía hay buena tierra para la siembra, José Miguel Núñez
Misteriosa transparencia, José Cristo Rey García
Claves para «salir» (vivir) el invierno eclesial, Jesús Garmilla
La vida consagrada, sin más, Jaume Pujol I Bardolet
Regalarnos una tarde, Mariola López
Lectura recomendada, Francisco J. Caballero