En realidad, parece ser que el gentilicio de los habitantes de la pampa argentina, no es «pampero» sino «pampeano». En cualquier caso, no creo que tenga excesiva importancia la licencia lingüística que me arrogo. En 1872, José Hernández escribió su conocida obra «Martín Fierro». Conocida, especialmente, en Argentina, Uruguay el sur de Brasil. No existe ningún mortal en el cono sur que no haya leído o no haya oído hablar del gaucho Martín Fierro. Es algo así como el libro emblemático de argentinos y uruguayos. Martín Fierro es no sólo el poema épico nacional argentino, sino el prototipo del gaucho, del hombre de la pampa, del «pampero» o «pampeano». Es un personaje literario que destaca por su libertad ante la vida, su sentido de la independencia, su defensa de los pobres y marginados, su heroismo, y -como todo gaucho- su soledad en las inmensas extensiones. Se trata de alguien que lucha en soledad contra las injusticias del entorno, contra las cosas que no van bien, contra la insolidaridad o los abusos de los políticos. Es la quintaesencia de la argentinidad, el héroe pacífico y trabajador de las pampas bonaerenses que termina convirtiéndose en gaucho «matrero» (fuera de la ley). Obligado a luchar contra los indígenas, tiene que abandonar mujer e hijos inmersos en la mayor pobreza; las injusticias le llevan a rebelarse y convertirse en un héroe justiciero, fugitivo de la ley establecida, defensor de los humildes, apenas entendido por algún compañero, refugiado finalmente en el desierto para vivir con los indios pampas, siempre a la búsqueda de la libertad: «Mi gloria es vivir tan libre, como pájaro en el cielo; no hago nido en este suelo, ande hay tanto que sufrir; y naides me ha de seguir, cuando yo remonto el vuelo».
Jorge Mario Bergoglio es un pampero (o pampeano), un gaucho argentino extraditado «del otro extremo del mundo», que tuvo que abandonar su gente arrastrado por la fuerza del Espíritu en un cónclave imprevisto e imprevisible. A veces, cuando leo sus frases o conozco sus gestos, cuando me dejan felizmente estupefacto sus «salidas de protocolo», me viene a la mente el «Martín Fierro» que él conoce tan bien. Y lo intuyo en un corcel solitario, apenas acompañado, considerado un «fuera de la ley», un «matrero», por quienes no acaban de entender «el espíritu del gaucho libre», defensor de los pobres y recluido en desiertos plagados de marginales. O ensalzado desde la comodidad de los comentarios mediáticos, las conferencias, las homilías, los blogs, incluso los telediarios… El aplauso aséptico de quienes lo observan (observamos) plácidamente pero no lo acompañan (acompañamos) en su renovación eclesial. Y entonces me pregunto: «¿no estaremos dejando solo a Francisco? ¿no lo estaremos convirtiendo en un gaucho cada vez más solitario blandiendo él solo el Evangelio de los pobres, las misericordias, los desiertos y las periferias?» Ya sé que no. Que su talante, su espíritu, su mensaje, van rociando de agua fresca muchas sequedades y durezas. Pero no recuerdo tanta animadversión hacia un papa de las últimas décadas, tantos submarinos emergiendo para descabalgar al gaucho argentino; ni tan pocos «sargentos Cruz», que como en el poema narrativo de José Hernández, se hayan «convertido» realmente en sus compañeros de viaje ante el testimonio del papa gaucho.
Y recuerdo otros versos de «El Martín Fierro»: «El anda siempre juyendo, siempre pobre y perseguido, no tiene cueva ni nido, como si fuera maldito, porque el ser gaucho… barajo!: el ser gaucho es un delito».
Todos estamos un poco a la espectativa de lo que dice Francisco,porque dice verdades y esta un poquito de moda.Realmente las palabras que dice nos llegan o pasan de largo?Estar de moda es bueno o es una trampa pampera?Creo que el gran gaucho esta cabalgando un poco solo y necesita nuestro compromiso cristiano.
Un abrazo, Albert…. así es!!
Nuestro papa Francisco como bien dice Albert dice verdades que nacen de la Verdad, el Evangelio. Francisco cabalga, tal vez en solitario, tal vez no, porque va por el camino que otros profetas, personas de bien, santos que dieron su vida, anónimos que en el silencio aman sin reservas, misioneros que lo dan todo, el Camino de Jesús de Nazaret. Francisco habla de Vida con mayúscula, la Vida de Jesús que nos transmite con su ejemplo. A nosotros nos queda reflexionar y seguir a su lado, y cambiar lo que tengamos que cambiar pero sin miedo y con alegría para que así se haga más transparente la Luz de Jesús, CAMINO, VERDAD Y VIDA quien caminó por Palestina muchas veces en solitario y criticado por muchos pero que sigue vivo entre nosotros.
saludos…y a acompañar a Francisco