EL NUEVO CARDENAL BOCOS

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Álvaro Rodríguez Echeverría, ex-superior general de los HH. de la Salle, conocedor del P. Aquilino Bocos desde hace décadas, nos ofrece una semblanza del nuevo cardenal no solo marcada por el afecto, sino por la profunda significación que su designación tiene para toda la Iglesia y, en particular, para la vida consagrada. 

(Álvaro R. Echeverría, Costa Rica). Cuando el domingo de Pentecostés escuchando el Ángelus del Papa me enteré con sorpresa y alegría del nombramiento como Cardenal del Padre Aquilino, recordé la amistad que con él me une desde los años en que coincidimos en el gobierno general de nuestros Institutos, y, como el mismo Papa lo expresó, sentí que no era solamente un reconocimiento a su persona y sus valores evangélicos sino a la vida consagrada, de la cuál ha sido y es un testimonio y un defensor. Recordé también los años en que coincidimos en la USG y su actitud siempre cordial y fraterna, así como su deseo y lucha para que la vocación del Hermano fuera plenamente valorada en la Iglesia. Y me vinieron también a la memoria algunos encuentros que posteriormente tuve con él en Madrid en el Instituto de Vida Religiosa y en algún encuentro de nuestros Hermanos que él animó.

Por eso cuando esa misma mañana le envié mi felicitación y la promesa de mis oraciones le decía: Creo que es un reconocimiento a tu testimonio como religioso y al enorme aporte que has dado a la vida consagrada durante tu vida. Pido al Espíritu en este Pentecostés que te colme de sus luces y te guie en esta nueva etapa, te fortalezca y acompañe.

Como todos sabemos y ha sido subrayado en estos días el Padre Aquilino ha sido un referente para la vida religiosa en estos convulsionados años que estamos viviendo. Y como él muchas veces lo ha compartido los desafíos ante los que nos encontramos son múltiples y complejos, pero no son simples datos sociológicos o intramundanos. Para el padre Aquilino el término desafío tiene un carácter teológico y en una de sus conferencias, citando al Cardenal Hume, decía que «el desafío constituye una situación particularmente importante y provocativa, que necesita una respuesta valerosa y, en nuestro caso, consecuente con el Evangelio y bajo la moción del Espíritu».

Estoy seguro que estas palabras que él tomó de otro gran cardenal religioso serán el norte que orientará esta nueva etapa de su vida eclesial. Evangelio y Espíritu son dos presencias que encontramos frecuentemente en los numerosos escritos del Padre Aquilino, lo mismo que su invitación a una actitud de confianza y de discernimiento para no apagar los carismas y abrir caminos de futuro sin hacer concesiones al desaliento o al miedo. En sus escritos y con su vida el padre Aquilino, me parece, ha hecho suyo aquel sabio consejo de: Soren Kierkegaard: La vida sólo puede ser comprendida mirando hacia atrás, pero ha de ser vivida mirando hacia adelante.

En otra de sus conferencias recordando al Cardenal Pironio, con quien había mantenido una estrecha amistad y le guardaba una gran admiración entre otras cosas por su cercanía y cariño a la vida religiosa, expresaba algunas de las preocupaciones que invadieron su vida y que hoy, sin ninguna duda de mi parte, deben ser las de nuestro nuevo cardenal. Creo que los escritos del Padre Aquilino como los del Cardenal Pironio rezuman evangelio puro y sin recortes.

La vida y los escritos de nuestro querido Padre Aquilino son una invitación a que seamos dóciles al Espíritu y nos fiemos más de Dios, con la certeza que la vida evangélica que debemos irradiar es más importante que los números y edades. Que amemos a la Iglesia-Pueblo de Dios, nuestra casa en la que se da un intercambio de ministerios y carismas a partir de la igualdad bautismal; que estemos siempre atentos a la Palabra de Dios en actitud de escucha, acogida y discernimiento; que nuestra fraternidad sea un anticipo del Reino; que nuestra profecía esté, como la de Jesús, en el servicio de los pobres, marginados, y más vulnerables fomentando la compasión, respeto y solidaridad y finalmente, en esta lista siempre incompleta y abierta a la creatividad, que acompañemos a los jóvenes y les demos alas para que abran los nuevos caminos, más evangélicos y cercanos a la gente, de una vida religiosa renovada.