El niño

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Un niño anónimo, de 3 años, sirio, llamado «Aylan», se ha convertido en la noticia de las últimas semanas. En esta sociedad, en ocasiones tan frívola y superficial, ocurren cosas así. Pero la resonancia de este trágico acontecimiento nos muestra también, como para alegrarnos, que no somos tan insensibles ni egoistas como pueda parecer. Los corruptos, los mandatarios que sudan poder y plata por todos sus innumerables poros, son, afortunadamente, unos pocos. Aunque especialistas en molestarnos, másters en hacernos de la vida un yogur, recargar nuestras pilas de santa ira (¡porque hay «santa ira»!) y hasta recordar el viejo grafiti del ya lejano mayo francés de 1968: «paren el mundo que me apeo».

Y sucedió el milagro. Un milagro en una sociedad descreída que hace mucho tiempo dejó de creer en ellos. Una foto, una imagen desgarradora que circula por todos los medios de comunicación del universo mediático, se convirtió en icono sangrante; en bofetada con las dos manos; en lastimero y lastimoso documento de lo peor de los seres humanos: la falta de misericorida, de humanidad, de elemental sentido ético, de solidaridad, de orgullo de pertenencia a la tribu humana. Puso ante nuestras narices maquilladas, cargadas de percings (y mocos occidentales), la toma de conciencia de formar parte de una especie desprotegida, de una especie en «vías de extinción» por ausencia crasa de la más elemental racionalidad y el más recóndito sentimiento de corazoncito sensible. ¡Cómo no hablar de lo que todos hablan en estos días! ¡Cómo no hablar de «el niño»! Hablar para no decir nada nuevo, escribir lo que otros ya han escrito, participar de ese «derecho al pataleo» que es uno de los pocos derechos que nos permiten ya a los ciudadanos de a pie, a los que cada vez pertenecemos más al ancho sector de los débiles ante la fuerza violenta de la ley del más poderoso.

Se obró el milagro, y hemos visto, atónitos, sorprendidos, con el pelo tomado y la sonrisa sarcástica pero legítima de quienes cada vez creemos menos en palabras oportunistas, o electoralistas; los cambios de discurso de muchos políticos; las estrategias dadas vuelta al revés; los protocolos (¿qué son «los protocolos»?) corregidos, eliminados, subsanados; las maquinitias de triturar papeles, tratados y documentos elaborados tras «ímprobas reuniones hasta el amanecer» de los políticos más empoderados, puestas a funcionar a todo trapo. ¡Había que cambiar la sintonía y destruir los discos duros de las burocracias y los memoránduns que «lo políticamente correcto» ordenaba… ¡hasta ayer!, hasta que apareció una imagen vergonzante de un niño, «el niño», de 3 años, sirio, por cierto -como ya dije-  en una playa innominada de la vieja Turquía. Y hasta la austera y monolítica sra. Merkel, tan conocida de todos, a quien nunca enseñaron a sonreir, se vistió de hija de la Caridad, o hermanita de los pobres, para abrir fronteras, quitar concertinas, tender puentes, organizar trenes, repartir salchichas y hamburguesas, abrir la mano y hasta sonreir (parecía de verdad) ante un pobre niño, «el niño», símbolo de los miles de niños que mueren desde hace siglos depredados de mil modos por tantas aves de presa insaciables en su poder, su placer o su dinero, defendiendo siempre -eso sí- «el orden establecido», la «seguridad» de quienes hemos tenido suerte de nacer «de la frontera para acá». Y hay que alegrarse, afortunadamente la «conversión» y, por supuesto, las órdenes de Doña Angela, surtieron efecto en sus comparsas y monaguillos.

Y basta ya. Me da vergüenza tener que escribir esto. Pero, ¿de qué se puede escribir hoy? ¡Bendito sea Aylán, y su hermanito de 5 años, de nombre desconocido,  que no pudo ser filmado, y su madre, de nombre desconocido,  cuya imagen tampoco nos ha llegado, y su padre, ése sí, con nombre y tristeza esculpida en el rostro, mediática y morbosamente filmado, a quien hemos visto llorar de regreso a su infierno; solo, roto, desgarrado, lleno de un dolor hasta la eternidad; ¿con «santa ira»? ¡Tal vez, no lo sé!

Mientras tanto, un obispo católico del sur de Hungría, con extraño nombre de beso y cantante mexicano,  Laszlo Kiss-Rigo, se permite desacreditar y desmentir publicamente al papa Francisco y advertirnos de lo que en realidad se trata, -dice el prelado desde su oráculo- una «invasión de musulmanes con pretensiones de destruir el cristianismo europeo»; y exigiendo  ¡cómo no! en el caso impensable de dar obligatoriamente acogida a uno de estos invasores (como Aylan, por ejemplo) su partida cristiana de bautismo. ¡Para eso existen los archivos parroquiales y se expenden las partidas de Bautismo a un módico precio! ¡Y es que hay gentes y gentes; todos somos iguales «pero algunos más iguales que otros»! ¿Este obispo no debería ser retirado inmediatamente de su ministerio? Es una inocente e inútil pregunta por mi parte.

 

 

 

2 COMENTARIOS

  1. La guerra sigue ahí, y los refugiados
    buscan ser acogidos.
    No cerremos nuestro corazón, seamos misericordiosos.
    Si somos cristianos es porque nos amamos.
    No hay más. Si veo a Ayla y no se me mueven las entrañas
    de nada me sirven las misas y el escuchar la Palabra.
    Si además alguien no solo cierra su corazón sino que invita
    a negar el asilo, no ha entendido a Jesús y su Evangelio.
    Por eso no podemos quedarnos de brazos cruzados
    ni ante los refugiados ni ante la miseria humana…
    porque el hambre, la guerra y el dolor,
    nos interpelan cada mañana…
    y nos piden un corazón abierto, un donativo,
    echar una mano, escuchar y estar dispuestos a la ayuda,
    rezar y amar a cada uno de los que sufren.
    ¡Que sepamos ser generosos!

  2. …» lo que hicisteis a uno de estos, mis pequeños, a mi me lo hicisteis»… Mt 25,40

    Que Dios nos perdone.

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