Nuestros capítulos deberían plantearse en clave de juego infinito en favor de una “buena causa” de elevado nivel ético. Han de abrir caminos para las próximas generaciones…
Hace algunos años apareció un libro muy interesante. Su autor, James P. Carse –académico estadounidense y profesor de historia y literatura de la religión en la Universidad de Nueva York– lo tituló Juegos finitos e infinitos: una visión de la vida como juego y posibilidad (Finite and infinite Games: a vision of life as Play and Possibility1). En él habla el autor de dos tipos de juegos: los juegos finitos y los juegos infinitos. Este planteamiento es inspirador. Aplicable a diversas situaciones y realidades. También es aplicable al carisma de cada instituto dentro de la vida consagrada. Y nos permite soñar lo que parece imposible.
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