Terminada la Segunda Guerra Mundial, algún escritor se hizo esta conocida pregunta: «¿Cómo hablar de Dios después de Auschwitz?». Que era como decir: «¿Dónde estaba Dios en aquel tiempo?». «Auschwitz» se convirtió en un lugar simbólico de la barbarie humana, en un hito de un déficit impensable de ausencia de humanidad. Pero «Auschwitz» no detenta en solitario el triste protagonismo de una bajada a los infiernos. Tras «Auschwitz» vinieron otros escenarios de horror y terror, de desesperación y delirio, de llanto, sangre y desvalimiento. Tras el holocausto judío vinieron las Torres Gemelas y sus afines en los poderosos Estados Unidos, aquel inolvidable por atroz 11 de septiembre de 2001. Y le sucedieron otras «zonas cero» de dolor y rabia: Londres, Madrid, Túnez, París, y todavía con olor a muerte injusta, Bruselas, martes 22 de este mismo mes. Y la pregunta retorna, legítima: «¿Dónde estaba Dios ese martes?»
Pero la pregunta no es nueva. Es la misma que hizo Jesús de Nazaret un poco antes de ser asesinado vilmente: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?». Es el mismo grito de Bruselas, de Paris, de Madrid, el mismo grito de Auschwitz. Es el único grito genuinamente humano, el único grito posible, necesario, justo. Y Dios callaba en la tarde del Gólgota; y Dios callaba en el caos de «la capital de Europa». ¿Cómo celebrar la Semana Santa 2016 cuando Dios sigue en silencio? ¿O no? ¿Cómo volver a escuchar el único grito humano en la lectura de la pasión según San Juan en este viernes santo que se anticipó apenas unos días en esta semana luctuosa?
Y es que el silencio de Dios ante el grito humano es provocador, casi insolente, desconcertante; tanto, que la cruz fue siempre escándalo y fracaso para los primeros cristianos. Llama la atención constatar, por ejemplo, que la primera representación plástica del Crucificado que ha llegado hasta nosotros era una caricatura que alguien grabó algún día, en el siglo III, en una pared del Palatino romano, y que representa a un crucificado con cabeza de asno y una inscripción blasfema: «Alexamenos adora a su dios». Sólo a partir del siglo V comienza a representarse al Cristo crucificado. Hasta entonces sólo se expresaba a Cristo como el Buen Pastor o como el Cristo joven e imberbe: un Cristo bondadoso y nada escandaloso.
Para los cristianos, sumergidos como todos en el misterio insoluble del Mal, el grito humano de soledad, injusticia, barbarie violenta, sólo se responde desde la Pascua: «al tercer día…» después de haber atronado cielos y tierras desde el más abyecto sufrimiento humano. Por eso el viernes santo sólo «se resuelve» el domingo de Pascua. No es un día «sin solución de continuidad»; no es el día del grito sin respuesta; no es un día para «permanecer» en el sinsentido de la existencia humana. La Pascua es la respuesta amorosa de Dios al misterio insondable de un Mal que ni El ha hecho, ni El consiente, ni El tolera. Dios también llora las víctimas de Bruselas, como «lloró» la muerte de su Hijo en Jerusalén, «el primer Auschwitz de la Historia», o, al menos, el primer grito que aún nos interpela: ¡el grito del mismo Dios! Después de Auschwitz, como después de Jerusalén, como después del martes negro y próximo de Bruselas, Dios sigue peregrinando con nosotros, pero respeta los incomprensibles derroteros de la vida y de la muerte del Universo. Dios estaba en Bruselas esa mañana, se viste de luto, arría a media asta la bandera de la Humanidad sufriente, guarda no un minuto de silencio, sino todos los minutos de la historia de los seres humanos. ¡Son los minutos de silencio de Dios ante todas las víctimas del planeta! Porque Dios sólo es misericordia. A pesar de Bruselas, contando con Bruselas. Desde la fe. La Pascua es el otro grito: el grito de Dios a nuestra sordera.
Al leer hoy tu blog me viene a la memoria un poema precioso de Leon Felipe que yo resumo con estas líneas
Al contemplar hoy la muerte de Jesús
acogemos a todas las víctimas…
nuestro Dios escondido y misterioso calla…
nos deja con el dolor y el mal…en libertad.
Sin embargo no hay muerte sin VIDA…
Dios nos llama a realizar en ti y en mi
el milagro de la semilla
a compartir y hacer crecer
LAS ESPIGAS
Pero aquí teneis todo el poema:
REGAD LA SOMBRA
“¡Padre, Padre!
¿Por qué me has abandonado?
¡Silencio!
El padre nunca duerme.
Las tumbas son surcos
y abril el gran mago
me ha de decir otra vez: abre la puerta y vete.
Abril es este llanto,
el agua que levanta los muertos y la espiga.
Dejad que llore el hombre
y se esconda en la muerte.
No maldigáis las lluvias y la noche…
¡Regad la sombra!
(¿O he de volver mañana
a contar otra vez
las escaleras de los sótanos?)
Tres segundos en la angustia son tres días,
tres días en la historia son tres siglos,
y tres siglos, un compás de danza solamente.
Al tercer día se romperá la cáscara del huevo,
abrirá su ventana la semilla
y se caerán las piedras de las tumbas.
¿Quién puso centinelas en los surcos?
Cristo es la Vida
y la vida, la Cruz.
El sudario de un dios
fue el pañal de los hombres.
Me envolvisteis en llanto cuando vine,
he seguido vistiéndome con llanto.
Y el llanto es ahora mi uniforme…
Mi uniforme y el tuyo
y el de todos los hombres de la tribu.
Vamos sobre sus mismas lágrimas.
Por estas viejas aguas
navegaré en mi barca hasta llegar a Dios.
¡Terrible y negro es el camino!
(Y hay quien merca
con la tormenta,
con la sombra
y el miedo) (León Felipe)
Y nosotros creemos en el nacimiento de la espiga, en ese tercer día que debemos hacer crecer cada día en nosotros, sólo así DESDE LA ESPERANZA podemos asumir el mal y el dolor.
Jesús, gracias por tus palabras y el hermoso texto, como siempre, de León Felipe. Desde por la mañana radiante, feliz pascua que celebraremos estanoche con toda la comunidad