DEJARSE ENCENDER…

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(Teresa Comba). Comenzamos febrero con una celebración muy querida, la de la vida consagrada. El día 2, en la fiesta de la presentación del Señor o de las Candelas, se nos invita a ver de qué modo dejar que entre por las grietas de nuestra vida el Amor luminoso y cálido de Dios, cómo facilitarle que nos encienda de nuevo. Los agricultores desde Antiguo contemplaban el cielo este día, coincidiendo con la mitad del invierno, ya que marcaba el momento de empezar a sembrar los campos, después de una etapa  gélida y oscura. Los meses tienen una hora más y las frías noches invernales se van acortando. Al mirarlo ya sabían si comenzar la siembra o no. Llevamos ya una etapa larga de cierto invierno… ¿Y si estuviéramos también en la vida religiosa en el ecuador de este duro invierno? En los países de tradición católica, se celebra así el triunfo de la luz. Las velas, ya bendecidas, se guardaban en las casas para alejar  las tormentas que podían dañar las cosechas.

Me gusta cada mañana, en Laudes, cuando apenas estamos nosotras «encendidas», en el letargo todavía sereno de la noche, ver cómo  las velas de nuestro pequeño oratorio, en un barrio cualquiera de Madrid, se van dejando encender una a una, llenando de claridad toda la habitación. A veces alguna tiene la mecha tan pequeña que ni se puede encender, otras aguantan un ratito, pero ¡plof!, en mitad del segundo salmo, se  apagan. Pero las hay que ceden a la luz y permanecen encendidas. Como si  algo tan pequeño desafiara tercamente a las tinieblas y triunfara cada mañana. El espanto nocturno, los miedos, las preocupaciones quedan aparcadas, puesto que se nos concede un  día más de luz, de vida… religiosa.

¿Dejarse apagar o dejarse encender…? A veces, el contraste entre nuestros sueños sobre  la vida religiosa: Grupos numerosos, significatividad social, misiones apostólicas creativas y actualizadas… etc., y la realidad  pueden, irnos apagando por dentro. Sin embargo, la realidad que vivimos es la que es y en ella Dios está, invitándonos a seguirle. Como dijo bellamente Leonard Cohen: «Hay una grieta en todas las cosas, ahí es por donde entra la luz». Quizás a través de la grieta de la vida religiosa, es por donde va a ir abriéndose paso la Luz de Dios, acompañándonos a transitar una etapa que sin duda está preparando otra que solo Él conoce. ¡Feliz día de la vida consagrada!