sábado, 27 abril, 2024

LA RANA COCIDA

España ha dejado de ser católica, Azaña (El Sol, 1931), Infovaticana (2018)

(Juan Mª González-Anleo). Terminé mi primera contribución a esta columna hace un mes advirtiendo: ¡la casa está en llamas! Seguro que a más de uno le parecería bien una exageración bien un elegante recurso retórico para enganchar con el cuento de Bertolt Brecht del comienzo del artículo. Pues no, ni lo uno ni lo otro. El problema es que, a veces, algunas cosas arden… a fuego lento.

Supongo que conocéis la famosa parábola de la rana cocida. La primera vez que la oí me impresionó mucho y, más adelante, me ha servido muchísimas veces para visualizar muchas realidades de alguna forma difusas. Comienza con una pregunta: ¿cómo podemos hervir una rana viva sin poner tapa a la olla? La respuesta es pasmosa y brutalmente simple: elevando un grado la temperatura cada cinco minutos. La rana no solamente no tratará de saltar, sino que incluso disfrutará con la agradable temperatura del caldero, grado a grado, minuto a minuto… hasta que, medio cocida ya,  le sea absolutamente imposible hacer nada para liberarse de su destino.

Como digo, hay cosas (relaciones, violencia, recorte de derechos sociales y muchísimas más) que arden o hierven a fuego lento haciendo que nos acostumbremos, llegando incluso a veces a disfrutar de temperaturas que de otra forma se nos harían absolutamente insoportables. Por suerte, a diferencia de las ranas, nosotros tenemos algo maravilloso que puede salvarnos: ¡termómetros! Justo el mismo día que mandaba Casa en llamas a la redacción de esta revista, el CIS sacaba a la luz los datos sobre identificación religiosa en España, una pregunta que por alguna misteriosa razón (que me encantaría conocer) hacía bastante que no planteaba. El CIS no es el único termómetro del que disponemos, pero comenzaré por ahí el análisis en primer lugar por ser los últimos datos de los que disponemos y, en segundo, por el shock que han producido en los círculos eclesiales.

¿Qué nos dicen estos datos? Por sí mismos, como sucede siempre, más bien poco, solo que un 66% de los españoles se autodefinen como católicos. Pero tiremos del hilo. Démosle, primero, profundidad histórica: desde el 2012 el CIS ya no hace la distinción entre católicos practicantes y no practicantes, pero ya solamente atendiendo a la cifra total vemos claramente esa subida de temperatura del caldero cada diez años: en 1979, y sigo con el CIS, el número total de católicos ascendía (redondeando) al 90%. En los diez años siguientes, el descenso es mínimo, con un 88% en 1987. Sin embargo, ya a partir de esta fecha, comienza un descenso “limpio”: 83% en 1998, diez años más tarde; 73% en 2008 y, como acabamos de ver, un  66% en la actualidad.

Alguien se sentirá tentado a pensar que tampoco es para tanto, que un 66% de católicos es un porcentaje más que digno y que no hay lugar para tanto alarmismo. ¿A qué viene entonces tanto revuelo? Pues a que, como digo, en sí dice muy poco el porcentaje total de católicos. Demos, por lo tanto, un paso más y disgreguemos: ¿cuántos de esos autodefinidos católicos son practicantes? No voy a ser yo quien me meta a decir quién es católico y quien no ni, por supuesto, que tipo de creencias o prácticas hacen que alguien lo sea de verdad, pero desde los primeros estudios serios en democracia sobre religiosidad, todos los grandes sociólogos de la religión han recalcado la importancia de distinguir entre católicos practicantes y no practicantes o católicos nominales, como también se les denomina habitualmente, es decir, católicos a los que de católicos les queda poquito más que el nombre bien por haber sido bautizados en su día bien por alguna suerte de identificación con algún ritual, algún cristo o virgen concreta (recordemos a Almodóvar agradecer hace unos años “a la virgencita de mi pueblo” un premio que le acababan de otorgar). Como digo, el CIS no hace la diferenciación entre unos y otros desde el 2012, pero la evolución de católicos practicantes es bastante más preocupante que la anterior: 1979: 56%; 1987: 44%; 1998; 30%; 2012: 23%. Y a día de hoy, ¿cuántos frecuentan la Iglesia? Casi todos los domingos y festivos, el 13,5%; varias veces al año, el 14%… y ya el 60%, jamás. Si abrimos más el marco y situamos estas cifras en el plano europeo, como hizo en octubre una macroencuesta realizada por el prestigioso Pew Reserach Center a 54.000 europeos, España es el país de toda Europa que mayor diferencia registra en términos absolutos entre quienes fueron educados como cristianos (92%) y quienes siguen autodefiniéndose como tales (66%), con una pérdida, en total, de más de 12 millones de personas.

Sin duda hay muchas variables relevantes para quien quiera entender en profundidad este fenómeno y la más importante, por supuesto, es la edad: ¿qué papel juegan los más jóvenes en esta (re)evolución? La respuesta, os lo voy adelantando, es sencilla: absolutamente esencial. Os animo a leer el próximo número para verlo con mayor tranquilidad.

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