viernes, 26 abril, 2024

LA LUZ NECESARIA DE LA BENDICIÓN

(José Tolentino de Mendonça). La palabra bendición tiene un sentido al mismo tiempo amplio y directo. La derivación más cercana podemos encontrarla en el término latino benedictio que significa «decir bien». Parece algo muy elemental, pero rápidamente percibimos que no es así. No sé lo que nos ha sucedido como civilización, pero la verdad es que las buenas noticias nos cansan y aburren, casi las evitamos,  casi evitamos hablar de ellas, mientras que las malas provocan una curiosidad viral, una excitación, un interés redoblado.

No hay patología peor que ese desvanecimiento del alma, esa mirada llena de prejuicios que te vuelve pequeño y amargo, ese juicio que se deja esclavizar por el defecto y el peso de la imperfección y después no te deja salir hasta que ignoras la libertad. No hay ejercicio más esterilizante que esa especie de resentimiento expresado como anatema en relación con la vida, ese totalitarismo de la queja que, sin darnos cuenta, nos asfixia, esa incapacidad de romper con el engranaje de la maldición sobre todo y sobre todos, de la que ni nosotros mismos escapamos.

«Decir bien», sin embargo, es nuestra vocación primordial, porque solo eso despierta la conciencia de que cada uno de nosotros es el portador autorizado de una indestructible bendición, y solo ese es el modo de hacer justicia al maravilloso milagro que es estar vivos. Decir el bien es conectarse con aquella verdad más profunda, que es el puro vínculo en el orden del ser. Sin ese anclaje compasivo en la raíz del ser, en la arquitectura primaria de toda la vida, no llegamos a comprender verdaderamente el enorme y misterioso pulsar de la propia existencia. Creo que cada uno de nosotros depende –porque la vida es don y confirmación reiterada del don– de lo que la bendición desencadena. Y, por eso, es tan importante buscar la bendición, colocarse de su lado luminoso, activarla y ejercitarla a nuestro alrededor. El tiempo se ilumina cuando lo desplazamos de la sombra de la maldición y lo reubicamos en la órbita de la bendición.

Como expresa la maravillosa y antigua bendición irlandesa que dice: «Que el camino venga a tu encuentro, / que el viento sople leve en tus hombros. / Que el sol brille sobre tu rostro sin herirte, / y las lluvias caigan serenas en tus campos. / Y hasta que de nuevo te vea, / Dios te guarde cada día en la palma de su mano”.

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