Después de esos días que la vida religiosa nos regala en silencio sereno y pacificado, para «hablar de amistad con quien sabemos que nos ama», como dice santa Teresa, recuperamos la rutina con una vitalidad espiritual renovada que, sin embargo, apenas comentamos con nadie: ¿por qué nos cuesta tanto compartir nuestra vida espiritual en nuestra cotidianidad comunitaria?
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