A lo largo del texto bíblico se ve cómo las manifestaciones de Dios suelen ser sorprendentes, aunque no siempre espectaculares. Sí, sorprende que su voz salga de una zarza ardiendo, o que su presencia la sienta Elías en el fenómeno más sencillo de los que pasan a la salida de la cueva. Sorprende tanto el lugar del nacimiento del Hijo de Dios, como que no sepamos qué pasó durante bastantes años de su vida. Y es que Dios es sorprendente en lo pequeño.
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