¿Cómo nace y crece una comunidad?
Carmen Herrero, fmj
Monja de las fraternidades de Jerusalén. Strasbourg (Francia)
Toda comunidad nace de la Palabra encarnada: Jesús
Toda comunidad es un don del Espíritu Santo, él es quien la inspira y la engendra a través de las personas que él mismo elige y convoca. Por eso, decimos que los “fundadores” son personas carismáticas; porque es el Espíritu Santo quien las elige para promover en su Iglesia los distintos carismas que la enriquecen y embellecen. Todo carisma es un don de Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad, y para la santificación de quienes se comprometen a encarnarlo con su vida.
El origen y el fundamento de toda comunidad eclesial es la Palabra de Dios: escuchada, meditada, orada, contemplada y anunciada. No basta con escuchar, orar y contemplar la Palabra, sino que tiene que llevarse a la vida; porque es desde la vivencia de la Palabra cómo la persona y la comunidad se construye, crece y se santifica. La comunidad que vive cimentada en la Palabra, hará una evangelización fecunda porque antes se ha dejado evangelizar, es decir, ha ordenado cristianamente su corazón y su mente; y desde esta evangelización del corazón, tanto personal como comunitaria, toda su labor de evangelización será fecunda. La evangelización es el anuncio de la Palabra encarnada: Jesucristo. Pero ¿cómo anunciar a Jesucristo si realmente no lo conozco ni me identifico con él? El conocimiento de Cristo a través de la Palabra y la oración son esenciales para la evangelización, para la transmisión del carisma.
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