En no pocas comunidades religiosas se advierte inmediatamente que tienen “alma”, que hay en ellas una voz interior que las convoca y moviliza, un espíritu que las impulsa a realizar los sueños de Dios
José Cristo Rey García Paredes, cmf
Consejo de dirección de VR
Estas comunidades no se definen por la ubicación en que se encuentran (calle, número, ciudad o pueblo), sino por la pasión que las habita: “Casa de todos”, “Tierra de encuentro”, “Nazaret contemplativo”, “Tienda de campaña”, “Familia de los sin-familia”, “rampa de evangelizadores”… Las comunidades con alma ¿no deberían ser bautizadas con un nombre que presagie su identidad? Como se decía antiguamente –nomen es omen– (un “nombre es un presagio”). Las comunidades con alma deben descubrir el nombre que Dios les concede.
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