viernes, 26 abril, 2024

COMUNIDAD EN TRANSFIGURACIÓN

Queridos hermanos:

Ayer, leí las lecturas de este domingo y quise dejarme inspirar por ellas. Poco a poco se fue diseñando en mí un paisaje que me pareció que era lo que hoy os debería comunicar. ¡Las lecturas hablan de nuestra comunidad! ¡De todos y cada uno en la re-unión, en la conexión comunitaria!

La comunidad como Abraham, como Timoteo: 

Quienes la formamos hemos sido escogidos: somos parte de una gran selección. Hemos sido llamados -¡no por nuestros méritos, sino porque desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia!- . Hemos salido de nuestra tierra y de la casa de nuestros padres. Somos peregrinos. Tomamos parte en los duros trabajos del Evangelio. Colaboramos con el Espíritu en la formación y crecimiento del pueblo de Dios. No es extraño que mucha gente sienta que para ellos somos una bendición.

 La comunidad del Cuerpo transfigurado

De nuestra comunidad diría san Pablo: “Sois el cuerpo de Cristo… y cada uno de vosotros miembros de ese cuerpo”- Viéndonos así, somos una “comunidad distinta”.

“la mayor enfermedad que la humanidad encara en este momento es nuestro profundo y doloso sentimiento de desconexión: desconexión de Dios, de nosotros mismos (de nuestros cuerpos), los unos de los otros, y de nuestro mundo, o de nuestra cultura, o de nuestra especie. El alcance y la complejidad de nuestra desconexión es asombrosa” (Richard Rohr).

La fiesta de la Transfiguración  es un regalo de la Trinidad. Es la fiesta de la re-conexión. Nos ofrece una fundada reconexión con Dios, con nuestro yo, con los demás. La transfiguración es el momento en el que contemplamos el cuerpo de Cristo, la reunión de todos sus miembros. La belleza del conjunto.

La transfiguración es un secreto que somos nosotros, miembros del cuerpo de Cristo.

Hemos de contemplar la comunidad con telescopio y no con microscópio. Cuando nos sentimos cuerpo se superan las envidias, las divisiones en buenos y malos.

Cuando Dios Padre mira nuestra comunidad, ve en ella a su Hijo, el rostro de Jesús, el cuerpo de Jesús.

La transfiguración de Jesús puede y debe acontecer en nuestra comunidad, Imaginemonos que de repente nos veamos envueltos en la luz solar de Jesús, en la nube luminosa del Espíritu. ¿No diríamos como Pedro, ¿Señor ¡qué bueno es que estemos aquí!? Y qué sentiríamos si escucháramos las palabras de nuestro Abbá: “Esta comunidad es mi Hijo, mi amado en quien me complazco?” Oir algo así es para caer de bruces y espantarnos. Es una visión inaudita.

Comunidad en misión, ¿me amas?

Cuando volvemos a la realidad, descubrimos que este Cuerpo de Cristo es un cuerpo formado por pecadores. Cuando Pedro vio de nuevo a Jesús, pero ya resucitado, Jesús le preguntó: “¿ME amas? No le fue fácil a Pedro responder. ¿Cómo decirle que lo amaba si unas horas antes lo había negado? Con todo se atrevió a decirle, te quiero, te quiero, por dos veces. La tercera le dijo: Tú lo sabes todo… es decir, sabes que te he traicionado, pero –como lo sabes todo- sabes que te quiero.

El Abbá quiere a su Hijo. “Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco”. El Abbá quiere que como Pedro amemos a Jesús… pero también al Jesús-Cuerpo, al Jesús comunidad, al Jesús de nuestros hermanos.

Hagamos de nuestra casa la morada del Cuerpo de Cristo, una morada divina, donde podamos decir ¡qué bueno es que estemos aquí! ¡Hagamos tres tiendas! Una para ti, Jesús, otra para Moisés y otra para Elías.

¡No estemos condicionados para no esperar nada! Sin el flujo del Espíritu Santo, la comunidad se convierte en un sistema tribal de catalogación, que pasa gran parte de su tiempo intentado definir quién está dentro y quién está fuera, quién tiene razón y quién está equivocado. Nuestra tarea no es decidir quién es bueno malo, quien irá al cielo o al infierno. Sino ejemplificar el cielo ahora, aquí en la comunidad. ¡Qué bueno es estar aquí… hagamos tres tiendas!

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