Cesiones

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“Ceda el paso”, “cesión de uso”, “futbolista cedido por su club…”. También Jesús, después de la purificación en el templo, se convirtió en alguien cedido. Para que no tuviera que quedarse sirviendo en el templo como correspondía a todo primogénito, sus padres ofrecieron como rescate por él dos tórtolas (no les llegaba el dinero para un cordero) y gracias a eso, en vez de pasarse la infancia como un aprendiz de levita, experto en inciensos y ofrendas, pudo volver a su casa y jugar tan contento en las calles de Nazaret.

Otro ejemplo de cesión pero al revés es el que cuenta el libro de Samuel: Ana, su madre, vivía desolada por su esterilidad y, cuando tuvo por fin un niño, lo llevó al santuario de Silo y dijo al sacerdote: “Este niño es lo que yo pedía y el Señor me ha concedido lo que le pedí. Ahora yo se lo cedo al Señor; por todos los días de su vida queda cedido para el Señor” (1Sm 1,27-28).

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