MIRADA CON LUPA

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«Sed servidores del pueblo de Dios, no funcionarios»
Jorge Mario Bergoglio, Papa Francisco, a la vida religiosa

En el año 2008, el entonces Cardenal Bergoglio nos recibió en el arzobispado de Buenos Aires. Todavía reciente la Conferencia de Aparecida, en aquella conversación tan especial hubo dos temas recurrentes: la evangelización y la vida religiosa al servicio de ella. Sólo hace unos días que Bergoglio es el Obispo Francisco para toda la Iglesia.
Su amor, su sentido de pertenencia y su implicación con la vida religiosa nos obliga a rescatar sus palabras que adquieren en este tiempo plena novedad. En su despacho porteño tenía una foto muy significativa:
Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta y el Cardenal Pironio. Al reparar en el cuadro, nos dijo: “fíjese, que curioso, tres santos juntos en una foto”. Seguro que esa foto ha llegado al Vaticano entre las pocas pertenencias de este Papa religioso, misionero y espiritual.

Misión Compartida
Comenzamos hablando sobre la “misión compartida” como el ámbito de misión de nuestra Iglesia. D. Jorge Mario cita textualmente el nº 156 de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe de 2007. En él se expresa con claridad que la vocación al discipulado es con vocación. No hay, por tanto, discipulado sin comunión.
La fe nos lleva a superar el aislamiento del yo. La fe en Jesucristo no es cuestión de ideas, se remite siempre a una comunidad. Desde ahí hemos de entender nuestra identidad como pertenencia.
En definitiva, asumir la misión compartida es ineludible si queremos ser Iglesia.
La vida consagrada en este cambio de época
Continúa nuestra conversación. El Cardenal Bergoglio irradia optimismo sobre el momento que vivimos. Al entrar en aspectos concretos de vida consagrada, se expresa como religioso y Arzobispo. Ofrece su valoración sobre lo que se está haciendo y apunta:
Hay que trabajar más el “pilar testimonial”. La vida consagrada ya sea contemplativa, educativa, asistencial, al servicio de la Palabra… tiene que volcarse más expresivamente a la apertura de un diálogo trascendente con Jesucristo. Siempre se deben preguntar los religiosos qué transmiten sus vidas. El Pueblo de Dios lo que necesita son testigos y eso exige la consagración absoluta. El ídolo es la gestión. La gran confusión y tentación es convertir la misión en gestión pública. En realidad, los religiosos, como hombres y mujeres de esta época, tienen que estar especialmente vigilantes porque puede perder toda su significación cuando caen en un reduccionismo funcional.

Envejecimiento de la vida consagrada. Proceso de reorganización
Es innegable que hay que abordar la situación actual de las congregaciones, pero no es solución ni para hoy, ni para mañana, hacerlo puramente desde la gestión. En este aspecto podemos, sin darnos cuenta, estar rindiendo culto “al dios gestión”.
Por un lado, tiene que estar meridianamente claro que la vida consagrada es y se expresa en una comunidad compuesta por personas diferentes: distintas edades, culturas, sintonías, etc. Pero unidas. No ayuda a la significación de la misión el “agrupamiento” sin más de las personas de mucha edad en una comunidad para aligerar y posibilitar la misión del resto de las comunidades. Debe existir, lógicamente, una comunidad preparada para la asistencia de aquellos y aquellas que por enfermedad han gastado su salud al servicio del Reino.
La presencia en la Iglesia particular de una comunidad religiosa es mucho más de lo que la comunidad hace. Es lo que es, lo que significa, lo que irradia.
Que una comunidad religiosa se retire de una iglesia local es un daño grande. Hay que agotar todas las posibilidades antes de hacerlo. Además, caso de hacerse, se debe proponer sin cerrar las posibilidades para siempre. Porque la última palabra no la tienen los datos sociológicos de hoy, la tiene Dios. En Buenos Aires hemos optado por algunas soluciones intermedias. Algunas congregaciones que han planteado su retirada de alguna posición, el Arzobispado ha establecido un acuerdo con ellas, para que en un plazo de 6 o 10 años pudiesen volver, y esto se haga con naturalidad. No es una ruptura radical, es una apertura a lo que el Espíritu pueda ir sugiriendo y, además, no supone la desvinculación definitiva de la iglesia local. Lo cual permite seguir enriqueciéndonos, todos, del carisma particular de la congregación afectada.
A la hora de plantear la reorganización hay que considerar, desde el discernimiento, que hay obras que tienen su ciclo. Hay presencias que pueden haber llegado al final. Siempre un criterio a la hora de plantear presencias y ausencias es la opción por los pobres. En este sentido hay que ser muy creativos a la hora de asumir las opciones. Lo que el Espíritu nos va sugiriendo y además hacerlo siempre desde la comunión.
Quiero aludir expresamente una posibilidad real de reorganización en los tiempos presentes. Se trata de la formación que transmitimos a los seglares que comparten con nosotros la raíz carismática. Son no sólo posibles continuadores de obras, sino expresión de que la ofrenda carismática siga presente en un lugar: hospital, colegio, parroquia… una vez que la comunidad religiosa se retire.
La comunidad religiosa. La distancia generacional
La vida consagrada es esencialmente comunitaria. La comunidad tiene sentido constitutivo para la consagración. No podemos entender los votos religiosos si no es en ese contexto…
La situación de la comunidad religiosa en el contexto actual es compleja. En una comunidad deben convivir todas las edades. El futuro de la vida religiosa está en sus jóvenes y en sus viejos, porque ambos son necesarios. Los mayores tienen que ir volcando su sabiduría en los más jóvenes. Recuerdo mi experiencia personal a este respecto. Cuando me nombraron maestro de novicios, le pedí al provincial que nombrase un jesuita mayor para que compartiese la vida del noviciado y fuese así el contrapunto de ese periodo de formación. La experiencia fue fantástica y aquel misionero mayor no sólo transmitió vida a los jóvenes jesuitas, sino que se hizo un referente en sus vidas. Con su presencia dio realismo al camino que estos jóvenes emprendían y a él mismo, le produjo una experiencia de felicidad y fecundidad sus últimos años de vida.
Don Jorge Mario entra en la reflexión sobre el hoy de la vida religiosa. En sus palabras uno percibe que está hablando de lo suyo; es religioso y disfruta siéndolo.
Entramos ahora en otras cuestiones candentes de la realidad de las comunidades religiosas.
La interculturalidad, signo de una humanidad sin fronteras
Las congregaciones siempre fueron “multiculturales” en los centros de estudios romanos. Ahora se impone un “nuevo” proceso de inculturación como vivieron los primeros misioneros; ellos y ellas. Quizá desde esta clave es desde donde hay que interpretar e integrar este sabio principio de universalidad de nuestras instituciones. Cuando se tiene claro el principio de misión, las diferencias y ajustes se convierten en dificultades superables porque adquiere mayor fuerza el envío de Dios.
(Entrevista completa en VR Abril (2013)