Los Documentos de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en la ciudad brasileña de Aparecida, del 13 al 31 de mayo de 2007, conocidos vulgarmente como «Documentos de Aparecida», estuvieron, en realidad, «desaparecidos» en España hasta que el cardenal arzobispo de Buenos Aires fuera elegido inesperadamente obispo de Roma en marzo del 2013. «Desaparecidos» puede significar: «desconocidos», «ignorados», «ninguneados», en el anciano «primer continente» europeo. Ocurrió lo mismo con las anteriores cuatro Conferencias del CELAM: Río (1955), Medellín (1968), Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Intuyo que sólo sectores muy minoritarios de la Iglesia española conocieron, discutieron, «oraron», estos sendos documentos de la historia eclesial latinoamericana. Lo mismo ocurrió con «Aparecida 2007». En esos años primeros, 2007 o 2008, era prácticamente imposible encontrar una Editorial española, católica o no, que se hubiera arriesgado a publicar unos documentos que parecían no tener muchos lectores en el continente europeo. Al menos, yo busqué esas Conclusiones y no las encontré en España; un buen amigo chileno tuvo que enviarme los documentos publicados por la Conferencia Episcopal Chilena. Desconozco si actualmente, después del «boom Bergoglio» han sido editados en España.
Y es que el más craso «eurocentrismo eclesial» está demasiado incrustado en el ser y el hacer de la Iglesia de Jesucristo desde hace dos milenios. ¡Tenía que ser elegido obispo de Roma un argentino para que saliera a la palestra un Documento clave para la eclesiología actual! Todo porque, para más inri, el cardenal Bergoglio presidió la comisión de obispos encargada de la redacción del Documento Conclusivo y del Mensaje final. Aparecida, y la «Misión Continental» que surgió del evento, suponen un hito clave para la Iglesia de AL, pero también para la Iglesia universal (incluida, por supuesto, la europea). Contó con 266 participantes, lamentablemente con pocos laicos, menos mujeres, y apenas indígenas y afrodescendientes: sólo los obispos tuvieron derecho a voto. Pero es la Iglesia que tenemos. «Otra Iglesia» (que debe ser siempre «la misma») debería contar con mayor presencia activa y decisoria del laicado en un próximo futuro no muy lejano.
Aparecida, la gran desaparecida del magisterio eclesiástico en España, aunque muchos hablen de ella tal vez sin haber leído sus documentos, representa una bocanada de aire fresco en la Iglesia. Entresaco algunas palabras de su Introducción: «No resistiría a los embates del tiempo una fe católica reducida a bagaje, a elenco de algunas normas y prohibiciones, a prácticas de devoción fragmentadas, a adhesiones selectivas y parciales de las verdades de la fe, a una participación ocasional en algunos sacramentos, a la repetición de principios doctrinales, a moralismos blandos o crispados que no convierten la vida de los bautizados (A, 12). Este no es el lugar, por supuesto, de hablar en profundidad de este Documento, pero quiero citar, brevemente, un texto que estimo significativo: «La pastoral de la Iglesia no puede prescindir del contexto histórico donde viven sus miembros. Su vida acontece en contextos socioculturales bien concretos. Estas transformaciones sociales y culturales representan naturalmente nuevos desfíos para la Iglesia en su misión de constuir el Reino de Dios. De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales» (A, 367). «Reformas espirituales, pastorales y también institucionales», la eterna reforma pendiente.