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Adriana y los quesos

Recuerdo una anécdota que me ocurrió a principio de curso. Vivimos en comunidad con una joven laica de Guatemala que está estudiando y recién llegada salimos ella y yo una noche a tomarnos algo. Fuimos a un lugar de tapas y Adriana pidió una tabla de quesos. Cuando me fui a dar cuenta yo ya me había comido mi parte. Ella me miro sorprendida y me dijo:
-“Qué rápido te lo has tomado”.
-“Si-dije yo un poco avergonzada-tenía hambre”.
-“¿Qué queso te ha gustado más?”-me preguntó ella.
– Ah, ¿es que eran diferentes?…

Me los había tomado tan deprisa que apenas había podido saborearlos. Fue una llamada de atención y sentí que así iba también por la vida, sin darme el tiempo y el silencio para gustar las relaciones y las cosas. Padecemos un déficit de atención, podemos escuchar sin oír, mirar sin ver, comer sin saborear…y eso nos hace difícil disfrutar de una vida plena, crear en nosotros un espacio de receptividad. Durante los primeros nueve meses de nuestra gestación todo lo que somos es recibido. La vida en el vientre materno es pura receptividad, somos en la medida en que tomamos y necesitamos recuperar esa receptividad. Abrirnos a lo que hay, a lo que la vida nos da, y soltar lo que la vida se lleva.

Estamos amenazados de activismo y dispersión en nuestra VR, las tareas son muchas y las presencias pocas y se nos multiplica la actividad. Si la vida nos toma por ese lado poco podemos ofrecer a los otros. Estaremos tan cogidos y tan ensimismados en nuestros quehaceres que Jesús nos dirá: “os estáis perdiendo lo único necesario”. Que distinto el servicio compulsivo a servir desde dentro, unificadamente. A estar ante la realidad y ante los otros con una presencia receptiva y buena. Voy aprendiendo que lo importante no es lo que hacemos sino lo que irradiamos.

De vez en cuando me ayuda pararme y ver cómo estoy comiendo, si soy capaz de gustar los quesos; cómo voy caminando… son indicadores que me dicen si estoy abierta, en disposición de contemplar la vida y los rostros, de tomarlos en su don y de descubrir la Presencia que todo lo cubre… o si ando vuelta sobre mí misma, sobre las cosas, distraída y trajinada. No se me olvida cómo disfrutaba Adriana y todo el tiempo que se tomó en saborear.