CUANDO NACEMOS A LOS POBRES Y A LAS NUEVAS POBREZAS
(Josefina Castillo. Esclava del Sagrado Corazón, Bogotá). Cuánto me gustaría decir que veo signos tan innovadores en la vida consagrada, que han logrado una verdadera revolución en la Iglesia. Es una utopía, pero las utopías han sido las generadoras de las diferentes congregaciones religiosas a través de la historia. Las y los fundadores movidos por el Espíritu y urgidos por las necesidades de su tiempo, supieron despertar vocaciones que respondieran a la humanización de los pueblos desde el seguimiento de Jesús.
Hay signos revolucionarios, pero no podemos decir que alcanzan a toda la vida consagrada. Las tradiciones pesan a veces más que las heridas del mundo actual, que reclaman respuestas adecuadas. Sin embargo, en América Latina, los religiosos y especial- mente las religiosas vuelven al espíritu de Medellín y su opción por los pobres, con una mirada especial a las nuevas pobrezas: desplazamiento de los campesinos, trata de personas, abuso sexual a niños y niñas, adolescentes vulnerables que hoy consumen drogas sintéticas como éxtasis, LSD, anfetaminas y otros estimulantes adictivos, que pueden afectarles el cerebro e incluso llevarlos a la muerte.
Hay comunidades cuya misión era ad intra de la institución y hoy se lanzan a acompañar, evangelizar y organizar centros de acogida, de rehabilitación y hospedaje a cientos de personas que claman ayuda y están abandonadas o ignoradas por los gobiernos de turno.
La gran novedad es descubrir que estas actividades misioneras de hoy, no se alejan del espíritu de sus fundadores, pues son la muestra de fidelidad al Evangelio frente a las necesidades actuales, como lo fueron las respuestas de su tiempo a la realidad de entonces.
Pero lanzarse a lo nuevo exige valentía, fidelidad al Espíritu, compromiso, despojo, amor desinteresado, locura de la cruz, amor a Cristo y a la humanidad. Creo que este es el gran signo innovador en la vida consagrada.
Este cambio no es gratis: además de la fuerza del Espíritu está un hombre con el espíritu de Jesús, el papa Francisco, que enfrentándose valientemente a una
Iglesia acomodada, tradicional, ha sabido inspirar y transmitir al mundo entero, de manera especial a la vida consagrada, el modo de proceder de Jesús, basado en el amor y la misericordia. Es innegable que la opción de Francisco por mitigar el dolor de la humanidad es ese motor que mueve a la vida religiosa para “hacer nuevas todas las cosas”.