DOMINGO III DEL T.O.
Vendrá de Dios, como la palabra viene de quien la pronuncia. Vendrá de Dios, ungido por el Espíritu y enviado por él. Vendrá de Dios, y vendrá para ti que lo necesitas. Vendrá para los pobres, entiende cautivos, ciegos, oprimidos, esclavizados.
Así lo proclamaba la palabra profética.
Aquel día en la sinagoga de Nazaret, la palabra proclamada dejó de ser una promesa de salvación, y comenzó a ser un evangelio, buena noticia de que la salvación prometida para el futuro era ya salvación cumplida en el presente: “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”.
La buena noticia se llamaba Jesús, y era para los pobres.
El evangelio no es una complicada doctrina, sino una persona que viene a salvar a los oprimidos por el mal. El evangelio no es una fuente de valores morales para mantener alta la producción industrial, sino revelación del misterio de la unción divina sobre el hombre Jesús de Nazaret, para que este hombre proclame el año de gracia del Señor. En realidad, él, Jesús, es el verdadero año de gracia que ya nunca se acabará para el hombre que quiera recibirla.
Hoy es un día santo para ti, Iglesia rescatada del Señor, pues para ti ha sido ungido Aquel que viene a ser tu luz y tu libertador.
La Escritura, toda la Escritura, recibe en Jesús de Nazaret su interpretación verdadera, real, última, pues en él se cumplen las promesas que la Escritura encierra, y tú, comunidad de los que han entrado por la fe en el año de gracia del Señor, has visto y conocido al que velaban las palabras de la profecía. Es más, hoy te encuentras con él, lo escuchas, comulgas con él. Hoy te encuentras con tu luz y con tu libertad, con el que es para ti el evangelio de la gracia.
No quiero que olvides, sin embargo, otra dimensión del misterio que celebras. Hoy eres ungida tú también, y enviada, como Jesús, como el siervo del Señor, para llevar la buena noticia a los pobres. Hoy eres ungida para liberar, para iluminar, para salvar. Hoy eres enviada a la frontera sur de la riqueza, en la que se levantan barreras para que los explotados no perturben la tranquilidad de los explotadores. Hoy te esperan los desesperados de todas las latitudes del sufrimiento. Seguramente los encontrarás con la mano tendida a las puertas mismas de tu celebración dominical. Hoy se cumplen en el cuerpo de Cristo, que eres tú, las palabras de la profecía: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres”.