Nuestro Dios empeñado en hacer camino con la humanidad es la garantía de que en la Noche Santa de la Navidad, empieza una nueva vida. Niños, jóvenes y ancianos; sanos y enfermos; los cansados del bullicio y también los aturdidos de soledad… Las ciudades, los pueblos y los campos… Las zonas habitadas de nuestro mundo y las zonas hambrientas de nuestras ciudades. Los que hemos nacido con paz y los que no conocen otra música que la guerra. Los que reciben aplausos y los que nunca han sentido el calor de una caricia. Los que tienen en el corazón muchos nombres y los que han perdido el corazón… Todos, absolutamente todos, tienen-tenemos sitio al lado de Dios. Por eso, no te guardes el deseo de felicidad, compártelo, grítalo, regálalo. Aunque te parezca mentira, esta noche, como todas las noches desde que Dios está con nosotros, todo puede cambiar. ¡Feliz Navidad!