Evangelizar es comprometerse
«La gente cuando pasa hambre no tiene futuro»
Carlos Elías Cruz, fsc
Carlos Elías Cruz es hermano de La Salle, argentino y tiene 43 años. Cuando en el 2010 Haití se vio sacudido por un terremoto, se «sacudieron» sus entrañas y dijo a sus superiores: «Siento que debo estar allí». A partir de ese momento cambió su vida. Hace cinco años su biografía es nueva. La isla de la Tortuga donde vive, ha tejido también su existencia, esperanza y consagración. Carlos sonríe continuamente. Cuando nos habla de hambre, muerte o soledad, no pierde la luz de la alegría. Hay algo que le dice y nos dice, que el sitio de la vida religiosa está allí donde no llegan los focos, ni la noticia… Allí donde la vida está en cuestión por algo tan antiguo y, desgraciadamente, tan nuevo como el hambre.
Cuéntanos tu impresión al llegar a Haití…
En primer lugar fue una sensación de pánico. Cuando llegué a Puerto Príncipe empezamos a recorrer todas las tiendas de campaña que se habían establecido en las plazas y al lado de los edificios… todas las casas estaban destruidas, la gente vagaba sin sentido, con la mirada perdida, pero me llamó especialmente la atención el silencio. Ese silencio lleno de un dolor sobrecogedor para el cuál yo no tenía palabras ni estaba preparado, pero era el lugar donde había decidido y querido estar: acompañando el sufrimiento de tantas personas que lo habían perdido todo.
Al poco tiempo de estar allí, en Puerto Príncipe, los hermanos me dijeron que estaban construyendo unas escuelas para acoger un grupo de niños víctimas del terremoto y que necesitaban un hermano que llevara la organización en la isla de la Tortuga. En seguida dije que sí. No sabía muy bien a qué me comprometía e, incluso, dónde estaba la isla de la Tortuga, pero dije “sí”.
Un sí incondicional a algo desconocido… ¿Cómo es la isla de la Tortuga?
La isla de la Tortuga está a 10 horas de viaje de Puerto Príncipe, es la isla más alejada de la capital de Haití. En ella viven actualmente aproximadamente unas cuarenta mil personas. Es una isla muy famosa por sus leyendas de piratas, incluso se la conoce como “la isla de los piratas”.
En esta isla la gente vive o, mejor dicho, sobrevive de lo que siembra: manís, una legumbre parecida al frijol, batatas, cebollas… y con esto, siempre que la lluvia lo permite, la gente va sobreviviendo. Cada familia siembra alrededor de su casa, pero el terreno es pedregoso y hay muy poca tierra cultivable, la isla es una roca. También son muy populares los plátanos, un alimento imprescindible y básico para la alimentación y la economía, además del mango y las bananas dulces. Es decir, es una isla, en un lugar paradisiaco, donde la gente pasa hambre.
Describes una economía de mera subsistencia…
Totalmente. El movimiento económico es muy rudimentario, prácticamente inexistente, es una economía de trueque donde la gente funciona y vive al día. En la isla todos dependemos de lo que la naturaleza quiera darnos. Además, al ser una isla tan pequeña y rocosa, hay muy pocos lugares donde poder sacar agua dulce. La gente, en medio de las rocas, extrae como puede algunos cubos de agua para el aseo y la cocina, pero esto no da para regar los cultivos o crear sistemas de regadío que permitan una agricultura más extensa. Otro medio de subsistencia son los cabritos. Casi todas las familias tienen dos o tres cabritos que, tras criarlos, los venden para comer. También usan el carbón como medio de subsistencia, pero esto está suponiendo la tala indiscriminada de árboles y la consiguiente desforestación de la isla, ya que la gente corta los árboles para vender el carbón en Puerto de Paz a cambio de unas monedas. Son estos los medios con los que la gente puede vivir o, mejor dicho, sobrevivir.
En ese contexto, ¿Hay lugar para pensar en educación?
En la isla hay escuelas nacionales y protestantes, pero la presencia educativa nació con los hermanos de La Salle hace 40 años. Ellos fueron los que iniciaron la labor educativa en la isla y la expandieron en diferentes centros de enseñanza. Gracias a aquellos hermanos arriesgados y valientes, nosotros hoy podemos ofrecer siete obras educativas en la isla. Son siete presencias humildes y muy sencillas, pero para la gente y, sobre todo, para los niños son presencias de esperanza.
¿Cómo es vuestra presencia comunitaria?
En la actualidad estamos cinco hermanos: un español, tres haitianos y un argentino. Mi trabajo es la dirección general de cinco escuelas y coordinar el sector Haití, a nivel educación lasallista, es decir, me toca coordinar las escuelas de La Salle de Haití. Y mis hermanos de comunidad están también colaborando en los proyectos educativos y solidarios que estamos implementando en la isla. (Seguir leyendo en VR marzo (2016) vol.121-n.3