Hoy somos nosotros quienes se lo decimos a Jesús: “Si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”.
Si hubieras estado aquí, no se habrían ahogado mis hermanos en el Mediterráneo, en el Atlántico, en el Estrecho de Gibraltar; no habrían muerto desfallecidos de hambre y de sed en los desiertos de África.
Si hubieras estado aquí, mis hermanos no habrían sido desvalijados y humillados y vejados por las fuerzas de seguridad de ninguna frontera.
Si hubieras estado aquí, mis hermanos no habrían sido encerrados en campos de concentración, como si fuesen delincuentes, como si fuesen una amenaza para la sociedad.
Si hubieras estado aquí, mis hermanos no habrían sido deportados como si no tuviesen derechos, como si no tuviesen necesidades, como si no fuesen humanos, como si no fuesen hermanos.
Si hubieras estado aquí…
El corazón me dice que mis hermanos murieron porque con ellos no estábamos nosotros; que tú, Jesús, no podías abrazarlos si no era con nuestros brazos; que no podías compadecerte de ellos si no era desde nuestros ojos; que sólo podías amarlos con nuestro corazón, salvarlos con nuestras manos… pero no estábamos allí. No estábamos allí para salvarte, pues eras tú quien en ellos emigrabas, llorabas, esperabas, sufrías y morías. Eras tú.
Perdón, Jesús, por nuestra falta de fe, por nuestra engañosa seguridad, por nuestra tranquilizante religiosidad, porque te llamamos “resurrección y vida”, pero no dimos esperanza a los pobres, no los hemos salvado de la muerte, no hemos sido para ellos lo que confesamos que eres tú para nosotros, no les hemos ofrecido lo que de ti recibimos por tu sola gracia.
Perdón, Jesús, porque confesamos haber muerto y resucitado contigo en el bautismo, porque en la eucaristía comulgamos contigo que eres la resurrección y la vida, porque nos decimos animados por tu Espíritu que es en nosotros prenda de gloria eterna, pero no hemos mirado con piedad al que sufría, no hemos mitigado tu hambre y tu sed en tus hermanos más pequeños, no hemos tendido la mano al que se hundía, no te hemos acudido en tu necesidad.
Que aprendamos, Jesús, a dar vida.
Que aprendamos, Jesús, a ser tu.