HACER NUESTRA LA MIRADA DE DIOS. UNA MIRADA A NUESTRA VIDA RELIGIOSA HOY

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Quisiera partir de una vida religiosa que no se centra en ella misma, sino que se abre a las necesidades del mundo desde la óptica de un Dios que quiere que todos se salven (1Tim 2,4), y de una Iglesia que se define a sí misma como sacramento universal de salvación y se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia (GS 1). Esta me parece que es la mejor óptica para recuperar todo el encanto de nuestra vida consagrada. Una vida religiosa en salida como nos invita el papa Francisco: «prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que termine clausurada en una maraña de obsesiones y procedimientos» (EG 49).

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