CUANDO DECIMOS «JÓVENES», ¿DE QUIÉN HABLAMOS? (II)

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(Juan María González Anleo, sociólogo)

¿Dónde está la dificultad para que las estructuras eclesiales (colegios, universidades, parroquias…) ofrezcan utopía y conecten con la utopía presente en los jóvenes?

La respuesta a esta pregunta es compleja, trataré de ser escueto. En primer lugar, los jóvenes son cada día más escurridizos y una de las razones por las que lo son es porque no se fían de nadie. En el Jóvenes Españoles 2010 aparece un análisis de este tema en profundidad. Al contrastar datos, en concreto con unos de la Encuesta Mundial de Valores (WVS), descubrí que los jóvenes, concretamente los españoles, aparecían en fuerte contraste con otras generaciones de jóvenes y con el resto de los países por no confiar en los demás. A su vez, considero que este fenómeno responde a muy diversas razones: el joven ha mamado una cultura de la sonrisa-del-vendedor, esto podemos verlo en cualquier ciudad: si un desconocido nos sonríe habitualmente se nos acerca de inmediato a vendernos algo… los bancos y las grandes empresas, responsables en gran parte de la ruina de muchos a los que sin el más minino escrúpulo han expulsado de sus casas a la calle, son de lo más simpáticos en su publicidad, son incluso adorables… los jóvenes no son tan inocentes como en otras épocas. Pero además hace tiempo que se han enrocado frente a un tablero social que consideran hostil y del que no confían.

En el 2015 escribí Generación Selfie sobre este mismo fenómeno y predije que la confianza en las Instituciones sociales bajaría. Algún colega me dijo: “pero Juan, si está en mínimos… no te arriesgues”. Y efectivamente, entre 1999 y 2005 hubo un gran hundimiento y ya estaban en mínimos de confianza. Pero sabía que bajaría aún más. Y así ha sido, como ha quedado recogido en el Jóvenes entre dos siglos de la Fundación SM. Las razones son muchas, pero hay una de ellas que creo que ha sido crucial en sintonía con el resto de razones de años anteriores: los jóvenes no creen en las cosas que no les son útiles (lo dicen ellos mismos, el 55% lo piensa) y las grandes instituciones… ¿qué han hecho por ellos estos últimos años de crisis? ¿Cuál de ellas se ha partido la cara por ellos? Recordemos que, de una lista de 17, además, desde hace ya más de 20 años, la última de todas, por detrás de grandes empresas y multinacionales incluso, está la Iglesia.

Dos cuestiones más: los jóvenes se han aislado del mundo adulto más aun por dos razones fundamentalmente: viven una cultura “prefigurativa”, centrada y guiada por los propios jóvenes. Este último paso en su aislamiento, además, se ha producido por las nuevas tecnologías de la (in)comunicación, los teléfonos móviles, las redes, etc.

¿Dónde crees que se fraguó la ruptura (o rupturas) de los jóvenes con la Iglesia?

Uf, esa pregunta es complicada… En esta nueva hornada del Jóvenes Españoles nos propusimos hacer un nálisis comparativo de todos los Informes de la Fundación SM, desde el 84 hasta la nueva encuesta del 2016 y cada uno de los autores hemos releído, como es natural, todos los informes, seis en total más, en el caso del capítulo de religión, el Jóvenes 2000 y Religión, un monográfico que se realizó en el 2003 sobre el tema. ¿Hubo una ruptura? La verdad es que sí, pero no puede localizarse en un momento concreto. Según Hans Joas, a nivel mundial pueden detectarse tres grandes olas de secularización. La primera a diferencia de lo que habitualmente se piensa, no habría que situarla en la Revolución Francesa, ya que la idea de que en sus orígenes la Revolución era anti-religiosa o atea se convirtió posteriormente en un mito, siendo estas características, al comienzo y hasta bien entrada ya la Revolución, propias únicamente de una ínfima minoría de intelectuales parisinos. Aunque es difícil establecer cuál fue el primer eslabón, la demonización papal de la Revolución terminaría por desatar una progresiva escalada de enemistad recíproca. La segunda gran oleada, Joas la establece a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con la rápida urbanización e industrialización tanto europeas como norteamericana. La tercera oleada, por último, se produce en 1968 con el levantamiento de los jóvenes en París, Berlín, México, Berkeley, Atenas, Tokio… revueltas que se extenderían hasta comienzos de los setenta y que, pese a que muchos de sus líderes tenían raíces cristianas, terminaron teniendo una profunda impronta en la nueva secularización, probablemente más que las dos anteriores, creando una “normalización de la opción secular”. En el caso español, Pérez-Agote establece la última gran oleada entre 1999 y 2005, momento en el que se pierde un 18% de jóvenes católicos, aunque yo ampliaría el periodo, de 1994 a 2005, con un bajón espectacular de un 30%. Tanto la religión como la Iglesia se convierten para estos jóvenes sin contacto alguno en algo lejano, ignorado, fuera de los límites de lo habitual y de lo cotidiano. Sin embargo, yo no buscaría un momento concreto, porque lo que realmente ha sucedido, en mi opinión, es que grandes bolsas de descontentos han terminado cayendo y siguen cayendo: otro 13% de 2010 a 2017.

[Vr, 125/4 (2018)].