jueves, 25 abril, 2024

TENEMOS DEMASIADAS ACTIVIDADES Y POCOS LUGARES PARA LA CONTEMPLACIÓN

(Alejandro Moral Antón. Prior General de los Agustinos).

Urgente

Trabajar la selección vocacional, cuidando la calidad. Hay que considerar atentamente las motivaciones para evitar que el ser religioso y/o sacerdote suponga una promoción social. Los candidatos deben abrirse básicamente al encuentro con Cristo, a la experiencia de Cristo y al testimonio de Cristo.

Formar maestros, guías y formadores, que ayuden a las nuevas vocaciones que hoy vienen de continentes donde la tradición de la vida religiosa es muy reciente. Esta falta de tradición conlleva que elementos fundamentales de la vida religiosa no se consideren y haya vacíos importantes en la coherencia de vida. Es también necesario un programa de formación permanente para formadores.

Recuperar el sentido radical de los votos:

– Pobreza a dos niveles: a) Necesitamos vivir con mayor austeridad. En los países con más vocaciones las carencias económicas suelen ser grandes y condicionan la “vocación” y la vida de los religiosos. Se vive a un nivel más alto que la gente de la sociedad; b) compartir los bienes con las comunidades más necesitadas de la orden y con los más pobres, «sentir» con ellos. No compartimos las carencias de los más necesitados.

– Castidad: recuperar la vida comunitaria, el compartir, la entrega generosa al hermano más cercano y a todos. Formar para una auténtica madurez afectiva y para una sana relación con los hermanos y con las personas de fuera.

– Obediencia: la obediencia como elemento de coherencia, de pobreza y humildad personal, formar para el discernimiento personal y comunitario, obediencia a la Palabra de Dios, al anuncio del kerygma. Desarrollar más los instrumentos y mecanismos de participación.

Recuperar el sentido misionero. Estamos demasiado encerrados en nosotros mismos, en nuestras comunidades, en nuestras circunscripciones… Para testimoniar a Cristo hay que salir de uno mismo y encontrar la alegría de evangelizar: salir de la propia tierra (en todas sus acepciones) es condición imprescindible para el apóstol.

Subrayable

Demasiada profesionalización y poco anuncio del Evangelio. La finalidad es el anuncio de la llegada del Reino de Dios a través de nuestras actividades y misiones. El Jesús impulsado por el Espíritu Santo, comenzó a predicar: “Convertíos, creed, el Reino de Dios está en medio de vosotros”.

Demasiada teorización y poca practicidad. Utilizamos grandes frases, hermosos principios, multiplicamos documentos, pero nos cuesta llevarlos a la práctica, vivirlos con toda su fuerza, extraer todas sus consecuencias. Nuestra espiritualidad debe tener un sólido fundamento teórico, pero no puede limitarse a él ni terminarse en él.

Demasiada pastoral y poca contemplación. Así nos convertimos en vendedores de ideas pero no en anunciadores de la Buena Noticia del Reino de Dios. La vida religiosa tiene demasiadas actividades (es verdad que tratamos de servir según las necesidades de la Iglesia) y pocos lugares y ámbitos para la contemplación.

Necesario

Recuperar o asumir de nuevo los grandes desafíos de la humanidad. No existen desafíos religiosos, es decir, la misión de los religiosos es la misión de Dios. Dice el papa Francisco que “Jesús es la Misericordia de Dios”.

El mundo sufre ¿Cómo podemos nosotros reducir los sufrimientos de la humanidad? Jesús de Nazaret es la respuesta. A veces dedicamos más tiempo a hablar de nuestro propio carisma, de nuestras tradiciones, reglas, constituciones y espiritualidad que de Cristo y de su Espíritu. Las preguntas son, ¿estamos dispuesto a anunciar el kerygma? A nivel institucional ¿qué predomina en nosotros más: la administración, que es un ministerio, o la vivencia de la Palabra de Dios? (Rom 5,7-11; Is 52, 13-53,12).

Las órdenes religiosas debemos recuperar la antigua tradición. Recuperar el sentido por el cual y para el que hemos sido fundados. Cuando no cultivamos la raíz el árbol se seca y no da fruto. Por eso debemos recuperar la fuerza creativa de los orígenes, su radical novedad.

Recrear la vida religiosa para nuestros contemporáneos. No se trata de competir con los nuevos movimientos sino encontrar el lugar adecuado.

Aceptar aquellos rasgos que nos ayuden a tomar conciencia de nuestra identidad y así anunciar el kerygma desde nuestro carisma. Valorar la experiencia de Dios, la coherencia de vida, el acompañamiento personal, el discernimiento comunitario… Debemos ser alternativa creíble en el mundo de hoy. Y eso solo es posible desde la coherencia.

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