42 Semana de Vida Consagrada (IV)

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1984

Conclusión

“¿Por qué he de preocuparme? No es asunto mío pensar en mí. Asunto mío es pensar en Dios. Es cosa de Dios pensar en mí”. (Simone Weil)

Comenzamos la última jornada de la 42 Semana de Vida Consagrada rezando con el texto de la Liturgia de las Horas del viernes de la primera semana, que nos ha acompañado a lo largo de estos cuatro días.

Seguidamente nos saluda Monseñor Vicente Jiménez Zamora, obispo de Santander y presidente de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada. Agradece en nombre suyo y de sus hermanos en el episcopado la organización de esta Semana tan rica para la vida religiosa en España y nos recuerda la importancia que tiene el tema elegido en este Año de la fe.

A continuación comienzan las conferencias de la sesión matinal:

Dios para hacer

D. Ángel Galindo, Rector Magnífico de la Universidad Pontifica de Salamanca, comienza indicando que toda nuestra vida es y debe ser una búsqueda de Dios. A partir del número 78 de la Gaudium et spes presenta la dimensión antropológica y social de la Trinidad y siguiendo el magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia sitúa su charla sobre un Dios para hacer. Señala también que la búsqueda de Dios la realizará desde la categoría del Reino.

Ya metido en materia subrayará que el sueño de Dios es el Reino, que el Dios de la misericordia y del amor quiere un reino de paz y una civilización del amor. Este reino afecta a la relación con las cosas y con los otros. Así la riqueza tiene que ser compartid y la riqueza es relativa, pues tiene que estar en relación a Dios. Las riquezas pueden ser un impedimento para el seguimiento. Jesús se identifica con el pobre y llamada a conquistar los bienes eternos.
En el Reino es fundamental el servicio de la paz y la justicia, de la reconciliación y el perdón. Apunta que en este Reino la paz es más que la simple ausencia de guerra.

La paz de Cristo es la reconciliación con el Padre y con los hermanos.
Esta Paz que nace de Dios mismo, de su misterio trinitario, nos invita a vivir la fraternidad, la paternidad, la solidaridad y el perdón. De esta forma estaremos buscando al Dios que se hace paz, perdón,
Concluye apuntando que Dios es activo en la medida que nosotros nos encarnemos, en la medida en que demos sin medida, pues sabemos que recibiremos aún más.

Al hilo de la conferencia y para concluir este primer momento, Luis A. Gonzalo comenta que la CONFER de Andalucía ha publicado un libro en el que se presentan más de 500 obras en las que los religiosos están trabajando en medio de los pobres. Un Dios que se hace misericordia y compasión.

Dios para orar y esperar

La hermana Inmaculada Fukasawa, Superiora General de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, comienza su exposición indicando que el título de su conferencia une fe y esperanza y hace una confesión personal sobre cómo ha vivido ella su fe en el contexto japonés donde la fe católica es minoritaria.
Apunta con mucho acierto que sólo desde el encuentro personal con Jesucristo podemos hablar de un Dios para orar y esperar. Este es el punto de partida de su exposición.

En la primera parte habla de un Dios que se hace presente en la oración. Define la oración e incide en que es un lugar existencial para el aprendizaje de la esperanza, puesto que oramos porque esperamos en Él, porque tenemos la certeza de que viene a nosotros. Pasa a presentar al Dios para esperar haciendo referencia a cómo se ha vivido la esperanza en los límites y a algunos testigos de la esperanza como los mártires de Argelia o el Cardenal Nguyen van Thuan. También comparte con nosotros algunos motivos por los que debemos considerar nuestro tiempo como un tiempo de esperanza para la vida religiosa, nuestro presente es un kairós, un tiempo de oportunidades. Indica que para ella la esperanza nace del agradecimiento y la vida religiosa tiene mucho que agradecer y por eso la vida religiosa se puede entender como profesión de esperanza. Concluye agradeciendo la escucha prestada y el haber compartido con nosotros su fe y su esperanza.

Finaliza la mañana con la celebración de la Eucaristía presidida en esta ocasión por Monseñor Vicente Jiménez para aquellos que lo desean.

En la sesión vespertina, después del breve momento de oración, tienen lugar las comunicaciones en las que, en unos 20 minutos para cada ponente, se presentan a tres mujeres de luz, tres mujeres que se encontraron con Dios en sus vidas: Madeleine Delbrêl, Simone Weil y Madre Teresa de Calcuta.

En primer lugar, Doña Felisa Elizondo, teresiana, presenta el testimonio de Madeleine Delbrêl (1904-1964) con el objetivo de abrir el apetito para leer los textos de Madeleine. Indica que es una autora francesa que cada vez se va conociendo más en nuestro país. Su biografía está marcada por una “conversión violenta”, como la misma autora indica. Fue invadida por Dios. Después de ese deslumbramiento inicial la fe continúa en penumbra. La fe que tiene que mantenerse en condiciones difíciles. Junto a la fe coloca la palabra caridad con la intención de que sea verdadera. La caridad hecha bondad. La caridad hasta el extremo. Para ella el Evangelio es el pan y la caridad hecha bondad. Su vida estuvo marcada por el “desierto de la ciudad” y nos ofrece una espiritualidad urbana en la que el creyente se encuentra solo en medio de la muchedumbre. Concluye con una oración de los “misioneros sin barco”, una oración para rezar en el metro, en el trajín de cada día.

En segundo lugar, la Hna. Carmen Martínez, hermana de la caridad de Santa Ana, presenta a Simone Weil (1909-1943). Comienza recorriendo la “trama de su existencia” marcada por el período de las dos Guerras Mundiales. Indica que en su vida es fundamental el encuentro con Dios, un encuentro que se producirá en varias ocasiones. Respecto a uno de estos encuentros Simone afirma: “algo más fuerte que yo me obligó a ponerme de rodillas”. En otro: “siéntate, dijo el Amor, y degusta mis manjares. Así que me senté y comí”. Después del encuentro con Dios releerá su vida y descubrirá el amor a Dios a través de la desdicha. En Cristo descubrirá la expresión máxima de la misericordia divina. Una misericordia divina que rescata del mal y de la desdicha. Es posible amar a Dios a través de la desdicha. Allí donde hay desdicha está la cruz oculta, pero presente y Dios viene con su amor, deposita en nuestro corazón una semilla que tenemos que cuidar y cultivar y cuando se “aguanta el tirón” se encuentra la resurrección. Para Simone Weil la inteligencia humana llega un momento en que tiene que someterse a un amor sobrenatural.

En tercer lugar, el P. Carlos Martínez Oliveras, nos presentó a Madre Teresa de Calcuta (1910-1997). Da unas pinceladas generales y proyecta algunos fragmentos sobre la vida de la beata. Nos recordó unas palabras de Madre Teresa que en las que decía que si alguna vez llegaba a ser santa seguramente sería llamada la “santa de la oscuridad”. También nos recordó aquellas palabras le dirigió Jesús: “Ven, sé Mi luz” y, ciertamente, procuró ser esa luz en medio de la “terrible oscuridad” que vivía, cuanto más cerca estaba de Dios, más lejana se sentía. Pero no es la única paradoja de su vida, vivió la tensión entre una frenética actividad y la inactividad más profunda en la contemplación del Señor y vivió el amor en medio del dolor. La impresión de no sentirse amada por Dios le lleva a amar más a los pobres. En definitiva, una mujer que con su vida y su testimonio se ha convertido en un icono de la caridad para la Iglesia católica. Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est lo confirma.

Después de un breve descanso tiene lugar una celebración de la fe. Como no podía ser de otro modo, dentro de la octava de Pascua: la resurrección, el cirio pascual, la luz y discípulos del Señor están presentes en la oración que tiene como momento central el evangelio de este viernes de la octava. La celebración comienza con una danza contemplativa para introducirnos en la oración y con ritmo pausado y meditativo se van sucediendo representaciones, canciones, momentos de silencio, presentaciones y poemas. La celebración preparada con cariño y esmero por una profesora y una religiosa del Colegio de las Concepcionistas de la calle Princesa y animada por los alumnos del Instituto, resulta un buen momento para alabar al Señor resucitado y al Dios de la Vida.

Concluida la celebración el Director del ITVR, P. Bonifacio Fernández, agradece la asistencia de los participantes, el trabajo bien realizado por tantas personas que han hecho posible esta 42 Semana y nos invita a ser buscadores de Dios, sabiéndonos buscados por Él.

El P. Luis A. Gonzalo clausura esta 42 Semana invitándonos a recrear la esperanza viviendo apasionados por Dios y nos emplazándonos a la cuadragésimo tercera Semana de la Vida Consagrada.