jueves, 25 abril, 2024

«Ya no somos inmortales, ahora somos eternos…»

El título no es un frase de Rahner (que según pongas la «h» se ve si sabes o no). Es una parte de una canción de Loquillo (cantante de rock and roll catalán) y no sé si lo quiso así o no, pero tiene una gran profundidad teológica y vital.

La inmortalodad absurda y tediosa del Jardín es sustituida por la vida continuada y discontinua, contando con el paréntesis (casi imperceptible en el espacio y el tiempo) de la muerte, regalada en el árbol de la vida.

«Eternidad» es una palabra que también da cierto miedo. Porque tiene detrás toda la carga de lo que siempre es igual, inmutable, igual a sí mismo (nuestra querida herrencia griega). Y hoy parece que da más miedo porque lo que siempre es igual intranquiliza y desespera. Quizás sea mejor decir otras cosas: vivir sin dolor ni lágrimas, con la luz, gozar del rostro del Padre, de su abrazo, plenificar la felicidad, encontrase con los que amamos y amaremos, no ver ya sólo lo negativo, preñados de esperanza realizada, amar sin límites…

Quizás…

Se lo tengo que comentar al Loquillo

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