DANIELA CANNAVINA
CAPUCHINA DE LA M. RUBATTO. SECRETARIA GENERAL DE LA CLAR
Pasan los días y la pandemia parece no aflojar en la pulseada. El virus nos sigue visitando y exige que nos sentemos a reflexionar y replantear nuestro modo de “estar” en el mundo como vida religiosa. Su presencia, que no tarda en traspasar rápidamente las fronteras, nos hace palpar y visibilizar un mismo destino incierto.
Intentar reconocer a Dios en toda esta realidad que ha afectado a gran parte del mundo, no es tarea fácil. Se requiere volver los ojos hacia ella una y otra vez, los oídos a los gritos, y las manos a los gestos sanadores y cuidantes. Somos poseedores de una gran noticia: y es que en Jesús, Dios se humanizó y con sus acciones y palabras nos mostró cuál es el camino para alcanzar una verdadera humanización. Al igual que sus manos, que tocaron y sanaron todo tipo de enfermedades, también nosotros estamos invitados a “tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo” (EG 24).
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