En este tiempo tan shockeante por múltiples conflictos y una “guerra repugnante y de masacre insensata” (Francisco), qué bien nos hace recordar el don de la paz que Jesús resucitado nos vino a traer. Dios, en el Hijo, ha reconciliado consigo al mundo destruyendo las barreras que nos separaban a unos de otros (cfr. Ef 2,14-18).
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