Detrás de muchas dificultades cotidianas a la hora de vivir esta vocación está, precisamente, la incapacidad para responder a una pregunta que golpea las bases de nuestra existencia: “¿y a ti quién te cuida?”. Si no nos atrevemos a plantearnos la cuestión con claridad y a mirarla a los ojos, quizá se nos escape la existencia y las fuerzas en buscar placebos que pretendan sustituir lo que solo Otro puede saciar por dentro. Aunque en teoría todos respondemos con rotundidad, en la práctica no siempre dejamos que sea el Señor de nuestras vidas el que nos cuide, nos abrace y nos aliente… y, si no es Él Quien nutra las raíces de nuestro corazón ¿quién nos va a cuidar?… y ¿cómo cuidaremos a los demás y les daremos alas?