Una familia para la fe

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En este domingo, en que la palabra de Dios parece ocuparse sobre todo de Abrahán, en realidad está toda ella referida a Cristo Jesús, hijo de María y de José, hijo de Abrahán, hijo de Dios.

Él es en verdad el heredero salido de las entrañas de Abrahán.

El Señor se fijó en Sara, que se rio cuando le anunciaron que sería madre del que había de venir; ella concibió y dio a luz un hijo, al que Abrahán llamó Isaac, el ofrecido y recobrado como figura del futuro, es decir, el ofrecido y recobrado como figura de Cristo Jesús.

Por fe obedeció Abrahán. Por fe concibió Sara. Por fe fue ofrecido y recobrado Isaac. Por fe concibió María. Por fe, José le puso el niño el nombre de Jesús.

El misterio que hoy celebras, Iglesia cuerpo de Cristo, pone delante de tus ojos a una familia cuyo lazo de unión no es la sangre sino la fe.

Por la fe, la familia que forman Jesús, María y José es familia de Abrahán, heredera de las promesas, y es también nuestra familia.

Hoy no se nos invita a que imitemos los ejemplos de una familia de sangre que no conocemos, sino a tomar conciencia de la familia de fe a la que pertenecemos.

En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en este etapa final, nos ha hablado por el Hijo”.

Somos una familia que se forma en torno a la palabra de Dios.

Quien escuche y cumpla esa palabra, ése será hermana y hermano y madre de Cristo Jesús.

Por la fe con que la palabra de Dios se cumple en nosotros, nos hacemos familia de Jesús.

Fíjate ahora en el niño que es presentado al Señor. Tómalo en brazos como hizo el anciano Simeón, y verás tú también el sacramento de la salvación que te viene de Dios, el que es “luz para alumbrar a las naciones y gloria del pueblo de Israel”. Asómbrate con José y con María por lo que la fe te dice de ese niño. Asómbrate por lo que Dios está haciendo en tu favor, fíjate en el sacramento, fíjate en el niño, y nunca dejarán de iluminarte su luz y su gloria –ese niño nunca dejará de iluminarte si te mantienes unida a él por la obediencia de la fe-.

Y si revivimos hoy el encuentro con el sacramento de nuestra salvación –aún lo tienes en tus brazos-, revivimos también el encuentro con nuestro Dios, que aparece en el mundo y vive entre los hombres: y por la fe lo acogemos en su palabra, en su eucaristía, en la comunidad de los fieles, en la persona de quienes nos presiden en la caridad, en los pobres…

Lo confesamos con asombro y admiración: Por la fe somos familia sagrada de Dios y de los pobres; es madre nuestra la madre de Jesús; es Padre nuestro su Padre; cuida de nosotros el amor discreto y entrañable de José de Nazaret; y el mundo se nos ha llenado de hermanos con los que compartir lo que somos y lo que tenemos.

Pero ésta es una familia que sólo existe para la fe. Y ésta es una fe que sólo se encuentra en la familia sagrada de Jesús.

Feliz fiesta de familia.

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