UNA ARMADA INVENCIBLE

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La confianza es actitud existencial ligada a la firmeza y seguridad con que se espera algo, firmeza y seguridad consolidadas por la experiencia de quien confía.
El niño podrá descansar sereno en brazos de su madre, pues todo él ha interiorizado, de forma tanto más profunda cuanto más inconsciente, que lo propio de aquel otro ser en el que ahora se aquietan los deseos, es acoger el suyo y hacer posible su vida y su sueño, su presente y su futuro.
Así también el creyente, como un niño, acallará y moderará sus deseos en Dios, cuando por la fe haya experimentado que el ser de Dios lo envuelve, que el amor de Dios lo acoge, que la fidelidad de Dios lo fundamenta.
La confianza crece ‘de noche’, en la oscuridad, en el silencio, en la dificultad. La has visto resplandecer gloriosa en el árbol de la cruz: confianza de Hijo, confianza en carne viva, confianza de quien todo lo entrega a aquel de quien todo lo ha recibido.
Pasado, presente y futuro de una fe vivida se anudan en la recia sencillez de un “yo confío”.
Considera las palabras de tu confesión de fe: “¡Yo te amo, Señor, mi fortaleza! ¡Señor, mi peña, mi alcázar, mi libertador! ¡Dios mío, roca mía en que me refugio! ¡Fuerza mía salvadora, mi baluarte famoso!” La has dicho tantas veces con tu madre la Iglesia: “Dios mío, peña mía, refugio mío, Dios mío”. Eso confiesas; eso es para ti tu Dios, tu Señor, tu Roca: “¿Quién es dios fuera del Señor? ¿Quién es Roca fuera de nuestro Dios?”
Pero la fe que hace posible tu confesión, la fe que ha dado rostro al Dios de tu hora presente, esa fe ahonda sus raíces en la memoria, en acontecimientos del pasado, en una historia de salvación: “Acuérdate de los días remotos, considera las edades pretéritas, pregunta a tu padre y te lo contará, a tus ancianos y te lo dirán”. “Inclinó los cielos y bajó, con nubarrones bajo los pies; volaba cabalgando un querubín, cerniéndose sobre las alas del viento…”. “La porción del Señor fue su pueblo… lo rodeó cuidando de él, lo guardó como a las niñas de sus ojos”. Y tú añadirás a las palabras de la antigua confesión, las palabras de un salmo nuevo, de un cántico nuevo, pues has vivido los hechos asombrosos de una pascua nueva: “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y contemplamos su gloria, gloria de Hijo único del Padre, lleno de amor y lealtad”.
Esa memoria de la fe, que da solidez al presente, ilumina con la misma luz los días del futuro llenándolos de esperanza.
La confianza es la fuerza invencible de los pequeños de la tierra.