Aumenta, Jesús, mi fe, hasta que sea pequeña como un grano de mostaza.
No voy a trasplantar moreras, sólo deseo seguirte, y no veo cómo hacerlo sin ese grano de fe.
Siembra en nosotros, Jesús, ese grano de mostaza, que nos permita encontrarte, hablar contigo, escucharte, compartir tu pan, tu vida, reconocerte y correr para decir a los muertos que tú estás vivo, que tú eres vida, que no estamos abandonados en el mundo, que hay esperanza y futuro.
Sólo un grano de mostaza, para que aprendamos a escuchar contigo la palabra del Padre, a decir contigo: “Aquí estoy”, y que, en nuestra vida como en la tuya, se haga siempre su voluntad.
Sólo un grano de mostaza, para que, en tu Iglesia, en cada uno de los bautizados, el ángel de nuestras anunciaciones encuentre siempre un “hágase en mí según tu palabra”.
Danos, Jesús, ese grano de mostaza que nos deje ser de Dios, ciudadanos de su reino, trabajadores de su viña, criados fieles, solícitos, que esperan en vela el regreso del dueño de la casa.
Sólo un grano de mostaza, y no para que traslademos montañas, sino para que alejemos de tu pueblo la desgracia, de tus hijos la opresión, de la vida de tus pobres la violencia.
Sólo un grano de mostaza, para que te abracemos en los emigrantes, te visitemos en los enfermos, en los encarcelados, te acudamos en los abandonados al borde del camino, te amemos en todos los hermanos.
Sólo un grano de mostaza, para que conozcamos el amor que nos salva.
Es bien poco lo que pido, es pequeño como un grano de mostaza: aumenta, Jesús, mi fe.