“Tu Guardián”:

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“El auxilio me viene del Señor”: Esta confesión de fe nos ayuda a entrar en el misterio que celebramos.
Desde la experiencia de la propia fragilidad y la certeza de su fe, el Salmista, y con el Salmista la Iglesia, levantando los ojos a Dios, lo reconoce centro de su vida, de su fe, de su liturgia, lo reconoce creador del cielo y de la tierra, y lo llama “Guardián de Israel”.
Contempla; Iglesia de Cristo, contempla agradecida con el Salmista el nombre que con él le has dado a tu Dios. Deja que sea él quien te guíe con las palabras de su canto: “Tu Guardián no duerme… te guarda a su sombra, está a tu derecha… te guarda de todo mal”. Los Israelitas ya han dejado de ver la columna de Dios que acompañaba en el desierto su peregrinación; han dejado de verla, pero aquella columna no ha dejado de estar con ellos. Y eso confiesas tú con el Salmista cuando dices, “de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche”. Hoy como ayer, “ahora y por siempre”, “el Señor guarda las entradas y salidas” de su pueblo.
Ahora, Iglesia de Cristo, dejadas figuras y profecías, contempla desde el evangelio ese nombre que con el Salmista has dado a tu Dios. Para ti y para siempre, el que llamabas “Guardián de Israel” es el “Guardián” de Cristo Jesús. Si a él le entregas las palabras de tu salmo, verás que, a la luz de su resurrección, esas palabras se iluminan con un sentido nuevo y definitivo. Y tú, que eres el cuerpo de Cristo, las vas diciendo con él: “No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme… el Señor te guarda a su sombra… el Señor te guarda de todo mal”. Y bajo esa misma luz de Cristo resucitado puedes poner también las palabras del evangelio: “Dios hará justicia a sus elegidos que claman a él”.
“Dios hará justicia”: Puede parecer que esa justicia tarda, pero tú sabes que ya está hecha en Cristo Jesús; puede parecer que la nube de Dios ya no acompaña el camino de sus hijos, pero tú sabes que esa nube no ha dejado de acampar entre los pobres, como no ha dejado de envolver en amor infinito la vida de Jesús de Nazaret.
“El auxilio me viene del Señor”: Hoy, mientras decimos con Cristo Jesús las palabras del salmo, las decimos con hombres y mujeres de los campamentos del hambre, las decimos con hombres y mujeres de los centros de internamiento para extranjeros, las decimos con hombres y mujeres que naufragan en esos mares que a los poderosos nos hacen de frontera, las decimos con la humanidad a la que nadie da voz cuando los poderosos deciden el destino de los pobres. Hoy, mientras comulgamos con Cristo Jesús, comulgamos con todos los que tienen hambre y ser de justicia.
Feliz domingo, hermano muy queridos.

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