sábado, 20 abril, 2024

TRATAR CON DIOS DE TÚ A TÚ

gelabert“Hace algunos años, en la revista de la parroquia  de santa Rita, en Madrid, se publicó que, entre las posturas del cristiano, la más importante es estar de pié… La postura de pie es la característica del hombre frente a los animales”. Así se expresaba un comentarista de este blog, a propósito del reciente post que trataba del derecho de cada fiel a comulgar de pié o de rodillas. El amable lector, y buen comentarista, añadía algunos textos, tanto del Antiguo Testamento (por ejemplo: los tres jóvenes orando de pié en medio de las llamas: Dn 3,24-25), como del Nuevo (por ejemplo: “cuando os pongáis de pié para orar”: Mc 10,25). Finalizaba con esta reflexión: “A Dios no se le debe un trato de zalema como a un poderoso de la tierra”. Zalema, o sea, reverencia hecha en señal de sumisión.

Me parece un comentario acertado. Hay una diferencia fundamental, entre el cristianismo y el Islam, en la comprensión de la relación del ser humano con Dios (dicho sea con el mayor respeto hacia todas las tradiciones religiosas). Para el Islam, Dios es fundamentalmente “señor” y exige sumisión. Sin duda, es un señor muy bueno, “clemente y misericordioso”, pero señor al fin y al cabo. Y con el señor hay que guardar siempre las formas y las distancias. Por el contrario, el Dios cristiano es fundamentalmente Amor. Por eso con él es posible establecer una relación a amigo a amigo. De Moisés se dice que hablaba con Dios “como habla un hombre con su amigo” (Ex 33,11).

Tomás de Aquino, basándose en Jn 15,15 (“a vosotros os he llamado amigos”) afirma que la relación del hombre con Dios es una relación de amistad. Lo sorprendente y maravilloso es que quién toma la iniciativa de mantener esta relación tan íntima y personal es Dios mismo. “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?”, dice un verso de Lope de Vega. Sí, ¿qué tendré yo para que Dios quiera ser amigo mío?

El primer mandamiento de la ley de Dios no dice: “adorarás al  Señor, tu Dios”, sino “amarás al Señor, tu Dios”. El amor va por delante del señorío y lo determina. Dios es el único Señor al que uno puede tutear sin ir a su pérdida. Por eso convendría que nuestras oraciones y nuestros gestos (incienso, adoración) no se interpretaran en clave de sumisión o temor de Dios, sino de amor a Dios. Estar de pié delante de Dios es posiblemente la postura adecuada que se corresponde con la actitud que uno suele tener con los amigos.

 

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