Hoy cumple años. 65. Sería un día como otro cualquiera sino fuera por la nieve, los alumbrados navideños y la inminencia de la Noche Buena. Se “jubila” en la culminación del Adviento, como si este camino de espera, lo quisiera o no, estuviese empeñado en tomarle el pulso a su vida.
Lleva unos años haciendo balance, acogiendo todo lo vivido y todavía no digerido. Muchas e intensas han sido las experiencias que le han tocado vivir y que ahora piden su poso, la sabiduría de la oración, la quietud de lo cotidiano, lo curativo de la fraternidad…
Este año también empezaron los achaques… dejar de fumar, la sal, los dulces… como si el paso de la vida invitase a un mayor desprendimiento físico y anímico.
Cuando la gente de su edad empieza a dedicarse a sus hobbies, a pasear o viajar, él sigue al pie del cañón, continua abriendo la puerta de su parroquia, acogiendo a la gente que se acerca, que tienen problemas o simplemente vienen a echar una mano… Sigue consolando a las familias en los momentos difíciles, apoyando a los jóvenes, visitando a los enfermos, queriendo a la gente que Dios le ha dado. Ha desarrollado un lenguaje sin mucha palabra y un Dios desprovisto de ritualismos y adornos. Ha descubierto que lo realmente sublime pasa por celebrar la vida cada día, por darse en vez de quejarse, por acoger en vez de juzgar, por escuchar en lugar de hablar… Estamos necesitados de testimonios vivos de fidelidad que no sólo sean la suma exacta de los años.
Feliz día de tu 65 cumpleaños.