SOBRECARGA CULTUAL

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En las sacristías de las pequeñas capillas de las casas donde habitan las Misioneras de la Caridad, las hermanas de la Madre Teresa, suele existir un pequeño cuadrito en alguna pared, que dice, simplemente: «Sacerdote, celebra la santa misa como si fuera la primera, la última, la única». Confieso que la leyenda se me ha quedado grabada después de haberla leído hace ya varios años. Y algunas veces, antes de celebrar, viene a mi mente y a mi corazón.

Y hace unos días, conversando con un cura de pueblo que tiene a su cargo más de diez parroquias, algunas insignificantes y otras con «mucho culto», me comentaba el listado de celebraciones de los últimos días. Entierros, bautismos, primeras comuniones, y, por supuesto, tres o cuatro misas cada sábado y cada domingo, trasladándose con prisa de un pueblecito a otro, sin poder apenas conversar con nadie, ni antes ni después de la eucaristía… ¡hay que llegar puntual a la próxima misa!  Por supuesto que esto ya lo sabía, lo sabemos todos. Nuestros curas, especialmente en los pueblos, se gastan y desgastan por un exceso de celebraciones litúrgicas que humanamente, es imposible celebrar con sosiego y esa «necesaria y sana tensión» que conlleva toda celebración cultual. Ante esta realidad, que parece imposible de cambiar, ¿cómo no convertirse en  un «funcionario» sagrado, un hechicero de tribu, un predicador neurótico televiso? ¿o, cómo tener serenidad para hablar con la gente, para escuchar sus ayes o sus demandas más o menos legítimas? ¿Nos hemos convertido en una «agencia de servicios» mal pagados, fríos, estereotipados, formalizados, bien estructurados siguiendo un guion litúrgico previamente diseñado y uniforme? ¿Cómo «poner vida y hacer vida» en estas misas rutinarias, que terminan siendo aburridas para todos, cansinas, una más dentro de una lista que se repite cada semana?

Conocemos las razones de lo que está ocurriendo en nuestra Iglesia, especialmente en los pueblos. Suponemos la preocupación que despierta en obispos sensibles este corre-corre del cura de misa en misa y de pueblo en pueblo… Pero, ¿podemos seguir así? ¿alguien va a poner remedio ante esta situación que termina siendo casi profana…?