¡SOBRE ROCA!… ¿SOBRE ARENA?

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El evangelio de este día nos plantea una pregunta a la que hemos de responder con sinceridad: ¿soy un cristiano solo de meras palabras o también de hechos?, ¿está construida mi vida sobre roca o sobre arena? Suplicaré al Espíritu Santo la solidez que fundamenta mi fidelidad.

Mt 7,21.24-27

En aquel tiempo dijo Jesús: “No todos los que me dicen ‘Señor, Señor’ entrarán en el reino de los cielos, sino sólo los que hacen la voluntad de mi Padre celestial. Todo el que oye mis palabras y hace caso a lo que digo es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos contra la casa; pero no cayó, porque tenía sus cimientos sobre la roca. Pero todo el que oye mis palabras y no hace caso a lo que digo, es como un tonto que construyó su casa sobre la arena. Vino la lluvia, crecieron los ríos y soplaron los vientos, y la casa se derrumbó. ¡Fue un completo desastre!”.

La Palabra -por la que todo fue hecho- puede “re-hacernos”

Esto fue lo que María dijo a los sirvientes en las bodas de Caná. También Dios Padre, en el monte de la transfiguración, hizo oír su voz, que decía:

“¡Éste es mi hijo! ¡Escuchadle!”.

Jesús es la Palabra que hay que escu­char y dejar que se vuelva fecunda en nosotros.

Si por la Palabra todo fue hecho (Jn 1), la Palabra puede y debe re-hacernos.

“Hacer la voluntad de Dios” es una tarea que nos excede por todas partes.

María y el mismo Jesús nos dan la clave para entender eso de “hacer la voluntad de Dios”.

María le dijo al ángel: “Hágase en mí según tu palabra”; pero no dijo: “yo haré lo que la Palabra me di­ce”.

También Jesús nos enseñó a orar diciendo: “Abbá, hágase tu voluntad”. No dijo: “Abbá, haremos tu voluntad”.

Por lo tanto, el “haced lo que Él os diga”, “escu­chadlo”, es lo mismo que recibir la Palabra en nosotros y dejarle espacio para que Ella misma haga posible lo que para nosotros es imposible.

La Palabra es una semilla que se desarrolla en quien como tierra buena la acoge. La Pa­labra es como una roca que da consistencia a todo lo que acontece en nuestra vida.

¿Cómo conocer “la voluntad de Dios”?

Muchas veces nos hemos preguntado por la voluntad de Dios. Una persona creyente quisiera siempre cumplirla. Pero nos acechan mil dudas cuando tratamos de conocerla por nosotros mismos.

Hay incluso personas que se atreven a decirnos cuál es la voluntad de Dios sobre nosotros, sobre nuestra vida. Ante tal desconcierto Jesús nos da una clave:

no solo decir, sino acoger; no solo repetir, sino asimilar; no solo oír, sino escuchar una y otra vez el eco.

También decía Dietrich Bonhoeffer, que la Palabra de Dios en la boca del hermano es mucho más poderosa que cuando nos la decimos a nosotros mismos. Escucha hoy con especialísima atención la Palabra de Dios proclama­da por algún hermano o hermana en la fe.

Quien así actúa descubre cómo la Palabra de Dios hace su obra en nosotros, nos transforma, nos potencia y vuelve posible aquello que para nosotros parecía imposible.

Repite una y otra vez algunas pala­bras de Jesús. Acógelas en tu morada interior para que resuenen como música de fondo. Deja que su eco se pose en tu corazón y algún día… descubrirás su poder creador.

Plegaria

Como los mejores discípulos y discípulas, Jesús Maestro nuestro, hemos de estar pendientes de tu Palabra. Basta que digas una sola Palabra y nuestra alma quedará sa­na, nuestro miedo se desvanecerá, nuestra esperanza se alargará, nuestros sueños se harán realidad. Tu Palabra es lámpara para nuestros pasos, motor en nuestro camino, roca que nos impide derrumbarnos. ¡Esperamos en tu Palabra, Jesús, porque solo tú tienes palabras de vida!