Es un neologismo que combina las palabras activismo y “slacker” (“vago, holgazán”, en inglés). El slacktivista busca ser muy comprometido aplicando la ley del mínimo esfuerzo. Se trata de apoyar causas solidarias a través de acciones telemáticas o virtuales (recogida de firmas, cadenas de sensibilización, campañas de protesta, microfinanciación de proyectos). Todo ello usando sólo el ratón del ordenador, internet, facebook o twitter. Otras traducciones de slacktivismo podrían ser: cambiar el mundo sin moverse del sillón, sentirse bien con un único clic o apoyar causas solidarias sin implicarse con ninguna.
Hay quienes piensan que es un modo ágil y efectivo de cambiar el mundo. Especialmente apropiado para personas que, por edad u ocupación, no pueden comprometerse directamente en otras acciones que piden más tiempo. Tiene también sus riesgos, pues algunos se lanzan a un activismo agotador, a base de reenviar e-mails… incluso aunque no los hayan leído del todo.
Hay otras personas que miran este fenómeno con escepticismo, como si no sirviese para nada. Quizá por sospecha de lo tecnológico o por sospecha de las causas solidarias. El caso es que hay personas que parecen ancladas en el pasado, temerosas del cambio, y que acaban manteniendo el desorden imperante en nuestro mundo. Si unas parecen vivir en el mundo ideal-virtual, otras parecen creer que este mundo injusto es el ideal.
Un tercer grupo de personas sabe combinar el uso de las nuevas tecnologías con el compromiso encarnado, la agilidad de la acción virtual con la fidelidad de la acción concreta. Son personas que hacen clic en el teclado, en el propio corazón y en la praxis cotidiana; gentes que usan el ordenador para poner un poco de orden solidario en este mundo de caos.
Mencionaré un único ejemplo. Se trata de mi amiga Brígida Moreta, carmelita misionera, que trabaja con y al servicio de inmigrantes, después de treinta años de entrega en Malawi. Ante la reciente decisión del gobierno español de limitar el acceso a la sanidad a las personas inmigrantes en situación irregular, Brígida ha lanzado en www.actuable.es una campaña virtual contra esta medida, que ha recogido más de 30.000 adhesiones en unas pocas semanas.
El slacktivismo ofrece una oportunidad y un posible engaño, algo que debemos discernir. Los cristianos, y concretamente los religiosos y religiosas, podemos preguntarnos: ¿tranquilizo mi conciencia al hacer clic? ¿o me impulsa a nuevos compromisos concretos? ¿me escudo en mi comodidad o en mis prejuicios para no comprometerme, ni siquiera de este modo? ¿o descubro nuevas oportunidades para ensanchar el corazón, para crecer en comunión, para vivir nuevas dimensiones y modos de acción evangélica por la justicia?