Pasa tan rápida la vida

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Un fin de semana compartía con religiosas de varias congregaciones, que trabajan juntas en un proyecto intercongregacional para mujeres inmigrantes, y nos ayudó escuchar este relato tomado del libro El poder de la pausa, de Terry Hershey:

«Un viajero norteamericano planeó hacer un largo safari por África. Era un hombre compulsivo, cargado de mapas, horarios y agendas. Había contratado a hombres de una tribu local para transportar las voluminosas cargas de suministros, equipajes y bártulos imprescindibles. La primera mañana todos se despertaron muy pronto, avanzaron muy rápido y llegaron muy lejos. La segunda mañana todos se despertaron muy pronto, avanzaron muy rápido y llegaron muy lejos. La tercera mañana todos se despertaron muy pronto, avanzaron muy rápido y llegaron muy lejos. El hombre estaba contento. La cuarta mañana los miembros de la tribu se negaron a moverse, simplemente se sentaron junto a un árbol. El norteamericano se puso furioso: «esto es una pérdida de tiempo muy valiosa. ¿Puede alguien decirme que pasa aquí?». El traductor le dijo: «están esperando sencillamente a que sus almas alcancen a sus cuerpos»».

 

Creo que bastantes pudimos reconocernos en esta historia, yo al menos me encuentro ahí, intentado que la vida por dentro se vaya asentando, recuperando su ritmo profundo. Tengo la sensación de que pasan las experiencias y los acontecimientos tan rápidos que no logro saborearlos en su densidad y tampoco los rostros. Y sé que no se trata de tener largos momentos de tiempo para pararnos, sino de saber detenernos, sólo un poco de atención para reconocer y posar adentro lo vivido. Ando leyendo a Madeleine Delbrêl, una mujer apasionante, experta en “perforaciones” en medio del trajín cotidiano: en esos instantes en que esperamos el transporte que no llega, en la cola de la caja del supermercado, en esos tiempos muertos que nos parece no hacer nada… se esconde para nosotros una gran posibilidad: hacerme presente a esa Presencia que atraviesa amorosamente cada momento, de manera muy sencilla, respirando, estando ahí… agradeciendo. Ay, no es que la vida pase muy deprisa, soy yo la que no me detengo a gustarla.